¡Incontrolable rebeldía!

Hay una etapa en la adolescencia en el que el pubescente trata de buscar su identidad y sentirse más independiente, manifestando sus sentimientos de forma incontrolada  y cuestionando constantemente la autoridad de sus padres. Un espíritu de desobediencia, una sobreestimación de sí mismo, en vivir la vida locamente y hallar su sitio en el mundo. Un símbolo de rebeldía, muy parecido al modo como ocurrió cuando el rock surgió por primera vez, un movimiento contracultural de valores, tendencias y formas que chocaban con lo establecido en aquella época. Una actitud impulsiva e incontrolable que dio sentido a la palabra Rock & Roll y que en la actualidad sigue sin perder su validez, siendo un factor primordial en el desarrollo de un rock al más puro estilo de los setenta. Existe toda una saga de jóvenes bandas, muy prometedoras, que están recreando ese espíritu de libertad musical y actitud ante la vida, aunando la adrenalina e intensidad rockera de antaño con una dosis actual de elegancia sonora para que la cultura del rock no pierda peso social  y por consiguiente, pueda revitalizarse dicho género, el cual en multitud de ocasiones se encuentra desgastado por culpa de esa inmensa cantidad de grupos que en vez de renovar y proporcionarle nuevos sonidos chispeantes, lo que hacen es llevarlo a un mayor estado de desgracia.

Los donostiarras Rolling Dice muestran una absoluta fidelidad a tales fundamentos, convicción, actitud, sudor y diversión, desplegando un orgiástico decálogo de revival setentero, un torbellino de melodías adictivas que de haber sido compuestas en otros tiempos servirían para reventar estadios, arrastrándote hacia el epicentro del rock más salvaje.

Siempre es agradable acudir a un concierto con el aliciente de ver un buen telonero previo al grupo principal. En este caso el placer no lo era tanto, ya que el grupo en cuestión, Køntrabänd, en vez de apostar por su propia creatividad, prefiere adueñarse de canciones de otros para rendir un excepcional tributo a los años 80, a través de un selectivo repertorio rockero de canciones míticas de esa época, “Heart Turns To Stone" (Foreigner), “Fool For Your Loving (Whitesnake), “Runaway” (Bon Jovi), “Crying In The Rain” (Whitesnake), “Sister Moon" (Gotthard), “Tease Me Please Me” (Scorpions) “Always The Pretender” (Europe)…, limitado su exposición artística, en su cota más alta, a un ejercicio puramente correcto dada la dificultad de exteriorizar los sentimientos que sus creadores depositaron en ellas. Materia intrascendente al carecer de sustento personal y cautivadora personalidad artística.

El éxito rotundo de una banda en vivo siempre viene firmado por la desenvoltura de los músicos sobre un escenario, el grado de entrega, la energía y como no, la chispa a la hora de convencer, no podemos olvidarnos también de aspectos fundamentales como el ingenio, la clase y el virtuosismo en la ejecución. Muchas veces no topamos con bandas que no lograr plasmar en vivo todo ese talento reflejado en sus discos, pecando de poca experiencia y soltura, mayormente o viceversa siendo del todo proporcional. Muy rara vez encontramos a formaciones que demuestren una grandeza inusitada, de la cabeza a los pies, como si hubieran nacido con un especie de don, para ser unas verdaderas estrellas y convertirse con el paso del tiempo en unas autenticas leyendas.

Los donostiarras Rolling Dice escapan de lo vulgar, yendo más allá de lo mostrado en sus grabaciones enlatadas, coronándose como unos maestros apasionados del hard rock setentero y viejo rock n´roll, extendiendo su música con todo el sentimiento, transmitiendo su vocalista Karmen una energía capaz de iluminar el mundo. Plenamente concienciados de que las canciones no suenan solas que tras ellas han de tener unos músicos que las doten de honesto y puro sentimiento, se dedicaron enseguida, en cuerpo y alma, a rockear como ellos saben, un aluvión de buenas vibraciones, equilibrando acordes setenteros que tanto gustan, corpulentos ritmos, extraordinarios riffs y una fuerza arrolladora que impulsaba a desinhibirse por completo y liberar  toda energía negativa producida por el stress diario; compaginando a la perfección sus grandes cualidades: presencia, alta destreza y mucha fuerza y estructurando a las mil maravillas un repertorio muy coherente a la vez que deslumbrante. Enseguida quedó patente la consistencia de la formación, con momentos de gran vitalidad y poderoso brío rítmico, “The Best Times”, “Drama Queen”, “Fucked To The Bone”, descaro estilístico bajo una aureola ampulosa de psicomotricidad espasmódica y mortíferos giros rítmicos que estuvieron a punto de provocar un bacanal delirio colectivo. 

El intercambio de energía entre público y banda era cada vez más intenso, un clímax que iba subiendo a ritmo frenético debido al desparpajo de su vocalista, incesante en su propósito de dejar una huella imborrable, rugiendo, a todo trapo, su motor emocional en “Rolling Dice”, invitando a los presentes a participar de la fiesta rockera en las arrolladoras adaptaciones de “Been There Lately” (Slash`s Snakepit) y “Fire Woman” (The Cult), sumergiéndose posteriormente, entre la multitud, en “The Psycho” con un derroche de exagerado histrionismo.

Viendo su actitud sobre el escenario es cuando cobra mas sentido que nunca el tópico de que el rock es un estilo de vida que todos deberíamos aspirar a alcanzar.