Un promotor de confianza (en él y en su buen gusto para programar) y un par de videos en youtube bastaron para el flechazo. Los tres hijos de Bill Wilson: Abe, Sam y James, llegaban desde Virginia con su aire folk, sus caras de buenos chicos, la bandera del Americana (curiosa la evolución de este término y como se está convirtiendo en una especie de “cajón desastre”, aunque ese es otro tema) enarbolada a lomos de un caballo que comparten con Wilco y The Jayhawks como principales referencias, y unas canciones de esas que tarareas a la primera escucha y cantas a la segunda. Además venían a presentar su segundo largo, de nombre Love and Logic, donde ya dejan entrever que los ritmos se vuelven más cadenciosos y ecos de Calexico se filtran por sus canciones.

La Boite madrileña colgó un sold out alentador y las reseñas de las fechas previas nos hacían pensar en una noche de atmósferas relajadas pero en el punto justo de contención que sitúa al oyente al borde del éxtasis (aunque sea interiorizado). Es decir, Sons Of Bill lo tenían todo de cara….y sin embargo no remataron.

Relajados en exceso y con muy poca sangre musical e interpretativa se limitaron en despachar un concierto algo insulso en una rácana hora y quince minutos (bises incluidos) donde, sin set list pre establecido comenzaron con ganas de agradar, diría incluso que efectivos en el manejo de los tempos más rockeros, (Arms Of The Landslide) a la semejanza de unos Counting Crows primigenios o Grant Lee Buffalo, y de internarse en las sonoridades de la música de raíces para derivar paulatinamente hacia un alt pop por momentos vacuo (hasta una pequeña joya como Lost In The Cosmos con sus preciosas armonías vocales no consiguió llenarme) que no por bajar las revoluciones y llenar el espectro con delays salidos de la Gibson del menor de los hermanos (Sam) conseguían acabar de mantener el éxtasis.

Los tres hermanos se alternan en las labores vocales, con más protagonismo para el gigante James, y consiguen up tempos como con el aire REM de Big Unknown, Fishing Song, la versión acústica de Radio Can´t Rewing, una más acertada Road To Canaan o Brand New Paradigm (de nuevo con exceso de efectos y alargamiento en el tempo aunque de largo la más coreada) pero la audiencia, que ha mantenido absoluta atención desde el primer compás, se les está enfriando en demasía e incluso algunos buscan las barras del fondo para comenzar conversaciones que otros intentan acallar para conservar el ambiente intimista que propicia la lenta Hymnsong con la que acaban el concierto.

Por tanto cabe decir que lo de la fecha madrileña debió ser un mal día propiciado por la larga gira y el agotamiento, porque mimbres tienen más que de sobra (en forma sobre todo de un disco debut, Sirens, que forma parte de los más granado del estilo en los últimos años), sus armonías vocales están trabajadas hasta conseguir tejer un solo cuerpo y la banda es efectiva sobre las tablas gracias a una base rítmica que les empuja con contundencia, pero la fecha de la capital se quedó, al menos para mis expectativas, algo coja. Eso sí, no les quito el beneficio de repetir si se acercan por aquí. Hay mucho en esta banda como para darla la espalda por solo una mala noche. Además, están a solo un Azkena de distancia de llenar aforos el doble de grandes.