Resulta terriblemente complicado hablar de Ramoncín abstrayéndonos de todo lo que rodea a un “personaje” (no es peyorativo) al cual se le reconoce en la actualidad más por sus apariciones televisivas y su participación en los órganos de decisión de la SGAE (que abandonó ya hace más de un lustro) que por aquello a lo que se lleva dedicando desde hace casi 40 años. Y es que, y sin querer entrar demasiado en terrenos pantanosos, con el cantante madrileño existe un movimiento, en muchos casos de “acoso y derribo” y un odio visceral, que nada tiene que ver con compañeros de generación (los Loquillo, Calamaro, Urrutia, Rios…e integrantes de la movida) a los cuales se les rinde una pleitesía que no siempre es fácil de justificar.

Sin embargo a Ramoncín se le ha lapidado sin perdón de todos los modos posibles sometiéndole incluso al apedreamiento público (de manera literal no prosaica) en un Viña Rock por parte de un grupo contrario al canon digital, que defendía el autor, sin que la mayoría de ellos seguro supieran explicar (yo tampoco) exactamente que supone el citado canon. Porque contra Ramón J Márquez el pueblo se ha adjudicado un derecho al insulto gratuito y una uniformidad absoluta en cuanto a postura a adoptar. Cierto es que el protagonista de esta historia ha hecho méritos suficientes para estar en boca de todos , pero también lo es que habitamos un “ecosistema cultural” en el que la política del “calladito estoy más guapo” es norma común y aquí ni el más colorado (otrora rojo) abre el pico para no meterse en un fregado.

Afortunadamente lo que cerca de 200 personas disfrutamos en el maravilloso Teatro Juan Bravo de Segovia (fantástico, espacio, sonido, luz, trato….solo el error garrafal de no disponer de un bar donde refrescar el gaznate como punto en contra) no fue la grabación de ningún talk show televisivo ni ningún tipo de tertulia o mitin, sino un concierto de casi 3 horas de duración que se convirtió en un viaje edificante y redentor  a través no solo de temas que forman parte del cancionero generacional de muchos rockeros de pro, sino de composiciones de una última década que para Ramoncín ha supuesto la retirada de la primera fila de los medios, incluso de los escenarios donde sus visitas han sido escasas, y un giro casi suicida en lo comercial hacia temas largos, de desarrollos más complejos y profundidad social y emotiva. Fue curioso ver como todos los carteles y programas anunciaban a bombo y platillo un concierto acústico y como de eso no hubo nada.

En su lugar siete músicos, bajo el epígrafe de “La Banda Del Diablo”  sobre las tablas (dos guitarras que eran tres cuando el cantante se colgaba su preciosa telecaster, batería, bajo, teclista que incluso sopló trompeta y un violinista) y un comienzo brutal del show con Putney Bridge y Forjas y Acero que demostraron que su voz sigue intacta (y además clara, que ya está bien de cantantes que no se les entiende una mierda) y que la energía sería intensa.

“Estoy a punto de alcanzar mi versión 6.0” adelantó en cierto momento del show como preludio de un concierto en Las Ventas este año como celebración de su carrera y mientras enlazaba temas pretéritos editados en los 70 (Rockandroll Duduá, Felisín el Vacilón, Noche de Cinco Horas…) con canciones menos urgentes y largas historias entre las mismas. De estas menos conocidas fue una maravilla escuchar la intensidad antibélica de 10 Segundos, el desarrollo largo y envolvente de Mandan los Lobos o el homenaje a su amigo recién caído Jordi Tardá en Miedo a Soñar, donde a Ramón se le asomó una lágrima en la cara. Todas canciones de tiempos medios donde el protagonista luce y se siente más cómodo en estos tiempos.

No faltaron las nuevas versiones de canciones tan conocidas como La Chica de la Puerta 16, La Cita (con la que hizo el primer y último amago de marchar a camerinos "si os parece mejor nos ahorramos el numerito ese de entro y salgo" nos confesó), Estamos Desesperados, Como un Susurro (sentado al borde del escenario y rodeado del público, y por supuesto el arreón final de Al Limite y Hormigón Mujeres y Alcohol. Grandes temas que nada tienen que ver con su versión "mediática".

Ojala los proyectos de futuro a corto plazo de Ramoncín le centren en su actividad musical y poco a poco vaya quedando atrás todo este revuelo, que ya se extiende demasiado tiempo. Mientras tanto seguiremos viendo como desde el sector más “auténtico” del panorama musical el absurdo nos lleva a reivindicar a Raphael como icono rockero kitch y desdeña carreras longevas y, al menos en lo musical, coherentes. Parece que muchos reivindican el vinilo cuando lo que realmente les pone es el papel couché.