El concierto de Joaquín Sabina el pasado viernes en el Polideportivo Pisuerga de Valladolid fue una victoria por aplastamiento. La segunda de las fechas de su reciente gira,” 500 noches para una crisis” envuelta una vez más en los rumores de “ultimátum” que llevan rondándole ya unos cuantos años, no solo consiguió acabar con las entradas de taquilla (la cúpula del ayuntamiento entró con invitación) sino que dejó contentos a todos los asistentes que, durante las dos horas y medias de espectáculo, se dejaron las palmas en aplausos eufóricos y la garganta entre oles toreros y recreaciones de gran karaoke de su cancionero.

Vestido de verde y adornado con su ya clásico bombín (parte de su atuendo y del puesto de merchan a 15 generosos euros la unidad) saltó a las tablas del pabellón con puntualidad exquisita y una banda de campanillas en las que además de los “eternos” Pancho Varona al bajo y García de Diego a la guitarra (más armónica y teclados) figuraba Jaime Asúa (ex Alarma) también a las seis cuerdas, además de un percusionista, batería y Mara Barros ocupándose de la réplica a las voces. Todos ellos con espacio para protagonismo propio por gracia (y necesidad de reposo) del cantante jienense que les cedió a cada uno una canción para interpretar a la voz (El Caso de la Rubia Platino para Asúa, El Rock And Roll De La Noches Perdidas para Mara, Tan Joven y Tan Viejo para Garcia de Diego y Conductores Suicidas para Varona) centrándose él en la reinterpretación, casi en exclusiva del disco 19 Días y 500 Noches, del que se cumplen 15 años de su publicación, dato que sirve como pretexto de una gira en la que reinterpreta el que hasta la fecha ha sido su trabajo más vendido y probablemente más aceptado por el público general (o generalista, vaya usted a saber).

Decía que Sabina venció por aplastamiento y es que es raro que encontremos en todo el panorama musical un cantante que consiga semejante unanimidad de pensamiento. Jóvenes progres, viejos que se sienten jóvenes, ex rojos colorados o conservadores de nuevo cuño aplauden no solo sus composiciones sino el halo de un personaje que se estableció en el “canallismo” como sello de identidad y que a sus 66 años cumplidos (50 y 10 según sus palabras) ha aprendido que es mejor “conversar” (cosa que hizo de manera habitual entre tema y tema) con el respetable acerca de sus vivencias personales, sus pasados problemas de salud o de donde o como surgieron una u otra canción, que meterse en “charcos” sociales/políticos en los que antes “chapoteó” con cierta soltura en sus comentarios más mordaces.

Lo que nadie duda es que el montaje que lleva es de concierto grande. Dos pantallas de video para ver claramente a los protagonistas y una más a modo de gran telón en la que se proyectan multitud de dibujos que él mismo ha diseñado para la gira. Además el Pisuerga, que habitualmente suena mal, lo hizo de manera casi perfecta en esta ocasión y la zona de pista se cubrió de sillas (con precios por encima de los 50 euros de media) donde el público pudo ver el concierto con comodidad. Desde el inicio fue el disco homenajeado el protagonista comenzando con Ahora Que y 19 Días y 500 Noches, antes de recordar su último paso por la ciudad justo después de su ictus (antes conocido como Marichalazo) y continuar con Canción

Para La Magdalena, tras propósito de enmienda, A Mis 40 y 10 y Donde Habita el Olvido antes de darnos un pequeño respiro con una versión “españolizada” del It Ain´t Me de Dylan. El ritmo del bolo es muy relajado, el rock aparece con cuenta gotas y Sabina, ya sentado y con el público a su disposición le va cantando los temas que restan del disco homenajeado (Cerrado Por Derribo, De Purísima y Oro, Noches de Boda..) todas respetando escrupulosamente el orden en que aparecen en el disco (obviamente salvo las que no serían tocadas) y una vez acabado el trabajo encomendado un par de perlas primigenias (Y Nos Dieron las Diez y Princesa) con que contentar a los que reclaman rebuscar en la memoria, hasta que Pastillas Para No Soñar pone punto y final a un concierto calculado pero con dosis de nostalgia que deja contenta a un público que como Sabina se está haciendo mayor y acomodando demasiado. Eso si, otro lleno de un concierto en un recinto de gran aforo en Valladolid (en el último mes lo han logrado los musicales de Abba, Queen, Monica Naranjo…) para que luego no digan que la gente no va a conciertos….¿o es a los de rock?.