Hay grupos o cantautores que siempre tienes en mente y que al final por uno o por otro motivo, no logras ver en directo. Este era el caso de El Chivi, del que tuve el placer de reseñar su último disco, “Quince sombras de Chivi”, pero ahí se quedó la cosa, sin mucho más aliciente que reescuchar esas canciones y sin mucha perspectiva de verle en vivo. Pero como suelen decir no hay mal que cien años dure, así que nos fuimos bien cerca de casa, al Clandestino Rock de Pontejos, a disfrutar de una actuación que así de primeras se presentaba como hilarante, luego ya metidos en harina se pueden incluir muchos más calificativos positivos, pero así de primeras esa es la idea preconcebida que se puede tener en la cabeza.

El madrileño nos dejó un buen puñado de canciones, entre otras “Metrosexual”, o las míticas “Radikal”, “El abuelo es gay”, “Jota de la perra parda” o “Coños”, tampoco faltaron los temas de su más reciente trabajo, como por ejemplo “Que te follen Mari Pili” o “La prima de riesgo”. Así casi sin darnos cuenta nos vimos sumidos en algo más de una hora y cuarto de actuación, donde no faltaron las risas, y es que sus canciones tienen el efecto oportuno de contagiarte una inmediata carcajada, sobre todo cuando es la primera vez que las escuchas. El público aplaudía a rabiar y no se podía estar más a gusto. El músico además nos presentó una primicia, que grabará en su próximo disco y que según comentó le hubiera gustado cantar a dúo con el recientemente finado Javier Krahe (clara influencia del artista), pero nunca se atrevió a mandarle la propuesta, a pesar de que éste accedió a la citada colaboración.

La verdad es que no éramos muchos aquella noche, pero los que asistimos al espectáculo de El Chivi nos lo pasamos como lo indios, disfrutando al igual que niños a los que les acaban de regalar un par nuevo de zapatos. Los minutos se pasaron volando y agradecimos la oportunidad de tener al artista tan cerca, y es que yo soy de la opinión de que es mucho más difícil hacer reír que hacer llorar, sin duda alguna hay gente que no tiene la elocuencia suficiente para lograr que te desternilles con sus ocurrencias.

Para rematar la faena, comentar que el cantautor estuvo durante un buen rato hablando con la gente y haciéndose fotos con todos aquellos que se lo pedían. Haciendo un ejercicio de humildad, de cercanía y de simpatía, algo que no tiene porqué ir irremediablemente aparejado con el hecho de ser una persona aparentemente divertida.

Así da gusto el ir quitándose espinitas, el ir viendo a artistas por primera vez en directo. Cuando te llevas impresiones como la de aquella noche en el Clandestino, poco más se puede pedir.