El Black is Back 2015 en su edición madrileña ha tenido que lidiar con la cancelación de su cabeza de cartel a menos de mes y medio de su celebración tras el anuncio a finales de mayo de Vintage Trouble de la suspensión su actuación. El motivo fue la prolongación del tour que los americanos están realizando con AC/DC y que ya les había traído a la capital hace poco más de un mes.

El festival se quedó así sin su especial atractivo y con pocas posibilidades de encontrar un sustituto de nivel a esas alturas de año, época en que las bandas ya tienen firmadas sus fechas veraniegas. Finalmente el plantel se recompuso con la incorporación de David Hooper & The Silverbacks, aupando a Lisa & The Lips como artista principal. A pesar de que el cartel definitivo, que completaban Hannah Williams y The Tastemakers, Myles Sanko y Sonny Knight, es una excelente propuesta para cualquier amante del Soul, el precio de las entradas resultaba un poco excesivo teniendo en cuenta la falta de un peso pesado y la amplia oferta musical madrileña.

Si a todo eso sumamos que en la tarde del domingo se rondaron los 40 grados y que el precioso recinto, ubicado en el Jardín Botánico de la Universidad Complutense, estaba a pleno sol, es comprensible que la afluencia de público se resintiera. Aun así, muchos padres se animaron a llevar a sus hijos aprovechando la excelente idea de los organizadores de permitir la entrada gratuita a los menores de doce años y en un ambiente muy familiar, a las siete de la tarde, David Hooper & The Silverbacks saltaron al escenario desafiando al asfixiante calor. El cantante, que parecía ajeno al bochorno, mostró unas dotes de frontman de Soul clásico impresionantes, bailando y contorsionándose, convulsionándose  como un terremoto que sacudió a una audiencia que buscaba cobijo en la sombra. El texano hizo gala de una de esas voces genuinamente negras capaces de absorberte con su calidez, rotundidad y clase, y estuvo siempre excelentemente respaldado por The Silverbacks, una sólida banda madrileña muy bien engrasada que permitió el lucimiento del cantante.

El calor no aflojaba cuando se subieron al escenario Hannah Williams & The Tastemakers, que ofrecieron un show con un nítido sabor a soul británico. A pesar de actuar sin teclista debido a un problema en el aeropuerto, se entregaron en cuerpo y alma a desgranar temas plenos de sonidos bailables y emotivos con el que se ganaron el favor del público. Tanto los temas como la ejecución resultaron quizás excesivamente blancos, limpios, para una música que hunde sus raíces en los sentimientos más intensos y la afición de Williams a elevar su voz constantemente en detrimento de aportar un abanico más amplio de matices, hizo que no terminara de convencerme del todo, aunque reconozco que el concierto fue efectivo y divertido.

Myles Sanko lleva tiempo ganándose el favor de la crítica y, cada vez más, del público y sobre las tablas del Black is Back demostró por qué. Elegante y sobrio, sabe cómo manejar el ritmo de un concierto gracias, en gran medida, a estar respaldado por una banda que suena con una fuerza arrolladora, proporcionándole un colchón que le permite dar rienda suelta a sus dotes de cantante. Soberbio cuando se imbuye en el funk y de una calidez conmovedora en los temas más Soul, Sanko desgranó un set basado en su último disco, el más que recomendable, “Forever Dreaming” y llevó a su terreno con maestría el clásico de The Beatles “Day Tripper”. El show del inglés tuvo el equilibrio justo entre el swing sudoroso y la elegancia aterciopelada propio de quien está llamado a ser (si no lo es ya) uno de los referentes del Soul europeo de nuestra época.

El sol había dejado de castigar a los asistentes y al abrigo del anochecer pudieron por fin congregarse frente al escenario sin temer una lipotimia cuando apareció en escena el gran Sonny Knight. Su sola presencia, su actitud, su mirada desafiante, dejaba claro que había llegado el momento del Soul añejo, de ese que huele a sudor, a alcohol, a carmín rojo y a noches calientes. Enfundado en un traje azul brillante y camisa verde casi a modo de declaración de intenciones, Knight desplegó su espectáculo muy bien acompañado por The Lakers, eficaces como si de un dispositivo de relojería se tratasen.

El cantante, que hace un par de años fue recuperado para la música después de décadas trabajando como camionero, estaba radiante. El suyo fue un concierto sin sorpresas pero de altura, con un repertorio de sonidos clásicos muy bien trenzado que el americano interpretó de manera vibrante, transmitiendo su vitalidad a un público deseoso de pasárselo bien.

Llegó el momento más esperado de la noche, la hora de reencontrarnos con la enorme Lisa Kekaula en su versión más festiva. Allá donde The Bellrays es fiereza e intensidad, Lisa & The Lips son diversión y entusiasmo, eso sí, con el mismo empuje que una apisonadora en los dos casos.ç

El escenario se llenó de músicos, nada menos que once, incluidos dos teclistas y un percusionista además del batería, y entre todos sirvieron a los presentes una suculenta ración de Rock & Soul visceral y bullicioso. La alegría desbordante que reinaba entre la banda resultaba contagiosa, una banda, como siempre, impecables en su ejecución, tan compenetrados que parecen saber sin necesidad de mirarse el siguiente paso de su compañero.

Con Lisa no tengo suficientes adjetivos, es una mujer con un carisma tal que es capaz de hacer vibrar al público con su sola presencia, tan sensual como salvaje, maestra en el manejo de los tiempos y con una voz que se adapta con facilidad pasmosa a cualquier registro, ya sea el Soul, el Funky, el Blues o el Rock. Los músicos corrían continuamente por el escenario, bromeaban, se hacían guiños y chanzas en un juego conjunto que el público intentaba seguir para no perderse ni un momento de diversión. Sonó “Come Back To Me”, “Trouble Mind” y hasta “Mary Xmas”, y sonó esa descomunal versión de “Goin Down” con la que incitan a los presentes a participar de la fiesta. La audiencia se rindió de inmediato a la algarabía bailando, cantando y coreando durante la hora y cuarto que duró el set.

Fueron la única banda a la que se les permitió hacer bises y ante la insistencia de un público que quería continuar la fiesta aprovecharon la ocasión para cerrar un concierto sensacional con una versión alargada de “Stop the Dj” que arrancó las últimas gotas de sudor y una merecidísima ovación de gala. Un broche perfecto para las más de cinco horas de Soul de enorme nivel que los organizadores del Black is Back habían ofertado y que disfrutamos los verdaderamente amantes del género. Contando los días para acudir a la edición del año que viene.