Nuestros amigos de Spin Te Kú se habían acordado de nosotros y nos habían invitado a disfrutar de las delicias, no tan gélidas, de la segunda edición del LPS Winter Edition, así que ni cortas ni perezosas nos acercamos el pasado sábado 18 por la zona norte de Madrid. La cita era en uno de los locales con más encanto de la sierra, la sala El Límite Live de Villalba, que terminó colgando el cartel de no hay entradas en lo que resultó ser una noche muy especial. Tras una pequeña toma de contacto con el local (buenos precios y siempre una sonrisa tras la barra) comenzó un festival loquísimo que en ningún momento fue lo que nos habíamos esperado ¡fue mejor!

Llegamos a tiempo para los entrantes, servidos con alegría y buen humor de la mano de los madrileños Alpargata, que ofrecieron sus bocados de rumba-funk progresiva aderezados de gotas de cumbia, jazz, latin y rock. En ocasiones recuerdan a los británicos Jethro Tull, culpa tal vez de la travesera swindigente de Darío Santamaría. Inmersos aún en la gira de su último trabajo “Subiendo de nivel”, que bien presente queda en su directo en forma de “El mundo del mañana”, “Mi niña se va a la guerra” o “Hechizo de amor”, recibieron una cálida acogida desde los primeros acordes. He de reconocer que no tenía el gusto y solté un buen par de carcajadas con “Extraterrestres” (os recibimos con alegría), “Ya veremos” (¡Pablo Iglesias me la pone tiesa!) y la “Rumba illuminati”, quienes, para pena de Madona y Lady Gaga, se despidieron con su “House of light”.

El primer plato se sirvió en la terraza, rememorando la barbacoa festivalera del LPS del pasado verano en un vídeo cocinado con amor por los compis de frecuencia urbana,  en el que, entre entrevistas y canciones, pudimos dar un bonito repaso a los conciertos que húngaros Bohemian Betyars dieron el pasado verano junto a Chotokoeu, Spin te Kú y Hammod York.

Para el segundo volvimos a entrar a El Límite, en cuyo escenario nos encontramos a unos Papawanda se inertes como mimos. Bebedores de circo, devoradores de Ska y gourmets de sonidos jamaicanos, nos ofrecieron su Funk bailongo con trazas de swing y otros colores. “Ganjah (poco a poco)”, “Ritual de la vida” y “Como buenamente puedo” intento sobrevivir en el pequeño infierno rojo en el que se han convertido las primeras filas.

Nos arrolla la locomotora, “Viajeros al tren” y los chicos de Spin Te Ku aparecen cantando en el vagón de cola. De vuelta al Ska más clásico encontramos “Trozos de mí”, entre bocanadas de humo de swing con “Cosas de noche”. “Avalancha” y a seguir bailando. Tú no sé, pero yo me acabo de comer el escenario. Pero sigue, sigue, que es “Mejor pedir perdón que pedir permiso”. Menudo nivelazo. Terminamos rebañando el plato con pan, sudor y “Parapapaska (p1)".

Cigarrito, vaso de agua y el buen gastrónomo siempre deja sitio para el postre, aunque no sepas si viene de Mordor, los Balcanes o de la Puta Sierra de Madrid: Creme Brulee de Klezmer, Compota de frutas al Swing, Ska bañado al chocolate, café al acordeón y destilados de alegría. Spin Te Ku salta al escenario con un público que, entregado desde el primer acorde, parecía conocer el show mejor que los propios músicos.

En ocasiones mirabas alrededor y podías ver cabezas y zapatillas a la misma altura. Aunque Barbus nos advierte con un “Corred insensatos, corred”, como si fuéramos pequeños hobbits, aquí sólo pillamos carrerilla y un poco de “Ibogaína” por si nos quedamos sin fuerzas. “Skapasao!?”, “Zuka Vlast” y “¿Qué pasa?” pues que creo que se han dejado puesta la calefacción, esto no es normal. “Melinka” y locurón. Estoy hecha polvo, no vuelvo a la sierra… ¿perdona? ¿cuándo has dicho que vuelven a tocar estos tíos? Pues habrá que ir ahorrando para ir al Boomtown.