Ramoncín volvía con Los Eléctricos del Diablo, su banda actual, a la madrileña Sala Changó para, apenas un año después de su último paso por ese escenario (entonces fue un concierto gratuito de "celebración"), reencontrarse con sus fieles unas fechas antes de que se publique su nuevo trabajo, que será un compendio de temas clásicos con otros de nueva factura.

Liberado de sus problemas legales (fue absuelto en el caso de las facturas falsas de la SGAE), el cantante madrileño está centrado en su carrera musical tras una pausa necesaria y ante una sala que superó en tres cuartos su aforo se despachó durante dos horas y media, el tiempo máximo que tenía disponible en el recinto, con un concierto emotivo y pasional en el que supo jugar sus bazas y desentrañar un repertorio plagado de clásicos.

Sobrepasados los 60 años, o su versión 6.0 como a él le gusta mencionar, Ramón es uno de los pocos pioneros del rock en este país (no está de más recordar que este señor es coetáneo de formaciones como Burning o Leño) que sigue en forma, editando material nuevo, haciendo directos y en buen estado de forma físico, más delgado que la última vez que me crucé con él hace un par de años, y cantando con fuerza y calidad.

Lo que no le faltó al cantante fue el abrigo de su gente. Seguidores, fans, amigos y familiares nos reunimos y disfrutamos un set list que arrancó fuerte con Putney Bridge y Déjame, rockeros y macarras, y que antes de abordar La Chica de la Puerta 16 se acordó de las mujeres que hasta hace unos días estaban en la Puerta del Sol en huelga de hambre reclamando a los políticos que actúen contra la violencia machista. 10 segundos fue uno de sus pocos pasos por su última etapa y sirvió para que Ramón sacara la armónica del bolsillo, y a continuación estrenara una de las canciones que estarán en su próximo trabajo y de nombre Derrota.

El sonido era claro y el ambiente ejemplar, gran comunión entre la banda y audiencia y Oscar Castelló y Manuel Silva marcaban la pauta del show con sus guitarras. Por poner un pero el violín de Charley Gonzalbo en sus apariciones quedaba demasiado enterrado en el sonido general. Pero sobre todo con Ramoncín en un estado vocal excepcional y con una dicción clara que hace que las letras sean comprensibles para todos.

No hay set list a la vista sobre el escenario, pero el repertorio es en esencia el de las últimas ocasiones y navega por el rock de herencia punk, aunque Blues Para Un Camello baja la velocidad y pulsaciones. Canciones Desnudas vuelve a encender a una audiencia con los cuarenta ya rebasados (eché de menos algo de relevo generacional) pero los clásicos se enlazaban sin pausa (Reina de la Noche, Felisín el vacilón o La Vida en el Filo, que interpretó sentado en el borde del escenario con la gente agrupada a su alrededor).

Una de las sorpresas de la velada fue la versión de Sprigsteen I´m On Fire, y que me hace pensar en que existe una liturgia rockera similar en el concepto de directo de los dos artistas, con show largos, comunión con sus seguidores, cercanía desde el escenario... Como un Susurro y Bajando encararon el último tramo del concierto y aquí las canciones se encadenaron. Rock And roll Duduá, La Cita, Forjas y Aceros, pero son dos canciones como Sangre y Lágrimas y Miedo a Soñar, alargadas en su desarrollo y con las letras más líricas y poéticas, donde el show crece potenciado por su facilidad para los temas de tempo más lento y que hacen que el concierto adquiera un cariz diferente.

El protagonista, como es habitual, nos ahorra el número de abandonar y retomar el escenario, y termina en lo más alto con el triunvirato Ángel de Cuero, Al Límite y el consabido Hormigón Mujeres y Alcohol, que finalizan un show orgánico, caliente y emocional, de comunión real con los suyos y de una admiración justificada viendo la carrera y conjunto de canciones forjadas en más de cuatro décadas. Al terminar nos "reveló" que habrá una cita en la mítica Las Ventas en Septiembre (por las fechas todo indica que será en la edición 2017 de Rocktiembre). Será ya con nuevas canciones. Las agendas se sincronizan. Una parte de la historia musical de este país sigue viva, sin engaños ni artificios, se trata de rock y canciones ejecutadas por un superviviente, y eso hay que aprovecharlo.