Martes 21 de noviembre y hay jaleo en el Kafe Antzoki de Bilbao: los barceloneses The Lizards y los norteamericanos Nashville Pussy hacen parada en este garito antes de continuar su gira conjunta. La cita es a las ocho y media de la tarde, nosotros llegamos antes. Saludos, presentaciones, algo de cháchara y adentro, que a eso hemos venido.

Admito que es la primera vez que veo a ambas bandas. No he querido ahondar mucho en búsquedas en Youtube y demás documentos gráficos porque directamente prefiero que me sorprendan, para bien o para mal. Así que al lío.

Ante un público que no supera las cincuenta personas, abren The Lizards, grupo nacido allá por el 2007 y que hacen un rock cañero con influencias de punk y hardrock. Sin mediar palabras descargan "Burning city", tema potente y directo de su primer álbum "Stalking the Prey", que una vez terminado da paso a los saludos y presentaciones correspondientes sin demasiadas florituras, algo que se convierte en una constante a lo largo de toda la actuación. Continúan con "Stalking the prey" y "Ghidorah", ambos cortes también de su primer disco. Breve parada en la que Carla, guitarra y cantante, nos relata a los presentes algo sobre el trayecto hasta Bilbao, que por lo visto ha sido un tanto accidentado. “Ya os lo contaremos en privado”, así cierra la concisa interacción con el público: están aquí para darnos su música y no hay tiempo que perder.

Esta vez vuelven a la carga con temas de su segundo trabajo de estudio “Road To Anywhere”, suenan “Give me all you got”, siguiéndole “Beware” y la canción que recibe el mismo nombre que el álbum. Esta última muy representativa del sonido de la banda: estribillos coreables y melódicos con una base rápida y un tanto agresiva. Por un rato continúan su repertorio alternando canciones de sus dos discos sin haber una clara preferencia por ninguno: estuvo bastante repartido. En el escenario, Judith (bajo) sin parar ni un segundo de moverse mientras Carla y Edgar (batera) hacen lo suyo. Actitud y compenetración. Llega el momento de poner fin al concierto, y lo hacen con “Twisted Mind”. Así cierran una actuación que no supera la media hora de duración, compacta y homogénea, sin altibajos pero con efectividad.

Tras un rato en el que aprovechamos para echar un cigarro mientras comentamos lo vivido, volvemos a tomar la sala. De nuevo saludos porque nuevas caras se suman a las anteriores, aumentando el número de asistentes a unas ochenta personas. Empieza a sonar la intro con la que se anuncia el inicio del concierto, pero los Nashville Pussy aún tardan unos cuantos minutos en salir. Cuando lo hacen, ya no hay vuelta atrás. Derrochando energía y actitud entran a matar con "Everybody’s fault but mine", asentando bien las bases de lo que va a ser su actuación: caña, diversión y mucho rock‘n roll.

Poco menos parcos en palabras que los de Barcelona, salvo por algún que otro "cheers motherfuckers", empalman las canciones mientras una imparable Ruyter Suys (guitarra) nos enseña el verdadero significado de "show-woman": puro nervio y gracia no exentos de garra. Bonnie Buitrago (bajista) no se queda atrás en cuanto a actitud, pero desde una postura más sosegada.

Así, repasan unos cuantos temas de su último álbum "Up the Dosage", claro vencedor en cuanto a presencia en repertorio, sonando el mismo con el que abren, "Rub it to death" o "Pussy’s not a dirty word". También tocan algunos cortes de otros trabajos, por ejemplo "Hate and whiskey" y "Going down swinging" del "Get Some" o “Struttin cock” y la gran "Piece of ass" del "High as hell". Incluso presentan una nueva canción que sigue la línea del hardrock sureño y bravo que hacen.

Según transcurre el tiempo el ambiente se va caldeando. Entre el público coros, sonrisas y mucho baile. En las tablas buena música bien regada de whisky; perdí la cuenta de los tragos dados mientras se turnaban la botella de JB Ruyter y Blaine, vocalista. También hay tiempo para ver al cantante llenar su sombrero de cerveza y verterse el contenido por encima, y para un buen solo de batería a cargo de Ben Thomas que da paso a las últimas canciones de la noche.

Ya solo queda cerrar, y lo hacen con “Go motherfucker go”. Único tema de su primer disco y todo un acierto. Como no puede ser de otra manera es el momento de dejar marca, y de eso se encarga Ruyter, que no se corta nada en arrodillarse, lanzar parte del contenido de una cerveza y usar el botellín para rasgar su guitarra. Parece ser que no es suficiente y rompe las cuerdas, tras lo cual deja apoyado el instrumento en los monitores y finalmente descansa estirándose en el borde del escenario. Ella, la gran protagonista de la noche.

Pasa la hora y cuarto desde que los de Atlanta empezaron a tocar. Si sumamos a The Lizards, casi dos horas de actuaciones en la que se echa en falta algo más de volumen en las voces, pero que en general dejan el listón bastante alto. Lástima de día elegido: un martes no da para mucho. Nos quedamos con el buen recuerdo y con las ganas de que vuelvan pronto.