Sábado dos de diciembre y nada que hacer. Un cielo gris, tenso de tanta humedad helada, se extiende a lo largo de la margen izquierda oprimiendo los huesos y el estado de ánimo. Hay que entrar en calor como sea, pero en esa clase de calor que no tiene nada que ver con la idea de un sofá cómodo, sino que te obliga a moverte, a buscar vete a saber qué. Ojeo los carteles de conciertos guardados en mi móvil y doy con Lindane y Pako Eskorbuto en el gaztetxe de Zorrotza. Listo.

En el cartel se advierte que hay que estar a las ocho de la tarde, y yo, angustias como nadie, para las siete y media ya estoy allí. Los conciertos en el gazte de Zorrotza no se limitan sólo al bolo: se va, se toma algo, se está con gente y ya si eso, le damos a la música. Algo fluido y familiar. Pero esta vez la socialización se alarga. Pasan casi un par de horas y allí no arranca nadie. Mal tiempo y partido de los rojiblancos como excusa a la poca afluencia, “vamos  a esperar algo más”. Y así un buen rato hasta que por fin sube Lindane al escenario para calentarnos a unos pocos valientes.

Estos tíos son de Barakaldo y vienen potentes. Llevan poco recorrido (un añito) pero dieciséis escenarios pisados y sin repetir ni uno solo: no han perdido el tiempo. Suena la intro, corte instrumental que rompe con sonidos de sirena de alarma química, o de guerra, o las dos.  A partir de ahí enlazan con  “Lindane” y “Kizas me bajo”, una de las joyitas de la banda de escasa duración y que contiene esa mezcla exacta de estribillo coreable, melodía con gancho y precisión en mensaje. De hecho, lo único que consigue quitármelo de la cabeza es la frase de Txema (vocalista y bajo) “No sé vosotros, pero tengo los pezones para cortar cristales, hay que entrar en calor si o sí”. Entonces suenan los primeros acordes de “Botes de humo” de los Cicatriz, y lo agradecemos acercándonos un poco más al escenario y sacudiéndonos el sopor al que nos somete el frío de la sala, joder. Presentan “Tu unika salida” para soñadores sin salida, y me vuelven a ganar. Siguen con “Mi mejor error” y “Hoy”, todos temas propios que entran con facilidad y eficacia.

Mientras va cayendo el repertorio algún que otro incidente con el sonido, no demasiado bueno. Baquetas que vuelan y son repuestas al momento por  Pedro, el batera, y mucho buen rollo y risas en el escenario. También entre los presentes, que arropan al grupo y le instan a seguir con sus temas. “Antimilitar”, “Nací para perder”, la versión “Espinete”, “Kuestion de tiempo”, “Mira”, otro corte destacado y certero, y alguno más hasta que llega el momento de la despedida, en el que aprovechan para anunciar que es el último bolo del año y dar las gracias por la acogida. Así, cierran la actuación con un bis de “Kizas me bajo” tras casi una hora de concierto y dejando un buen sabor a la audiencia a pesar del frío, la escasa asistencia y la calidad del sonido.

No es la primera vez que veo a Lindane y tampoco será la última, espero. Estuvieron en el 17 Festi Kallejero de Aste Nagusia y paso de comparaciones, me quedo con lo que tuvieron en común ambos conciertos: ganas, actitud y buen punk rock. Sólo queda que cojan todas esas canciones y las metan en un disco, cosa que tienen intenciones de hacer a corto plazo y desde aquí los animo a que se pongan a ello.

Nos quedamos merodeando por la sala entre charlas con amigos, comentarios sobre la actuación de los barakaldeses y expectativas de lo que viene a continuación: Pako Eskorbuto. Otra vez se alarga la espera, hasta el punto de crearse un ambiente que raya en la crispación. ¿Tocarán? Se empiezan a oír rumores de que Alik, bajo y voz, no aparece por ningún lado, y de las supuestas alternativas consideradas si esto fuera cierto. Andan por la sala algunos músicos que podrían echar un cable. Conjeturas, teorías y una extraña atmósfera que susurra “por muy raro que parezca todo, esto no nos extraña”. Sabemos que el bolo no lo da Eskorbuto, pero allí había mucho de Eskorbuto. Por lo visto Pako sigue siendo un buen transmisor del espíritu accidentado que los rodeó.

Con Andrés (guitarra) y Pako en el escenario y pensando que ya nos íbamos a casa, de repente surge Alik colocándose el bajo, y así, sin más preámbulos, rompen con “Ya no quedan más cojones Eskorbuto a las elecciones”. Miro a mi alrededor y ha aumentado la cantidad de asistentes, alguno con bufanda futbolera que se ha sumado a última hora, mucha vieja escuela y nostalgia, y todxs muy metidos en la historia. “Maldito país”,  “Cerebros destruidos” y “Ratas en Bizkaia” caen del tirón, la última con espontáneo al micro que se canta todo el tema a su manera, pero está bien, cosas de la vida.

Siguen con “Historia triste”, “Adiós reina mía”, “Antes de la guerra”, “Rogad a dios por los muertos” y “Sociedad insociable” sin tregua. En “Mucha policía poca diversión” volvemos a tener apropiación de micro, que se vuelve a repetir una tercera vez en “Es un crimen” con una mala acogida por parte de los presentes, que increpan al improvisado cantante (el mismo en todas las ocasiones) consiguiendo que baje al fin del escenario. La actuación sigue casi sin pausas con un público que baila, canta y lanza al aire el contenido de sus vasos mientras en las tablas se da buen repaso a himnos como “Os engañan”, “Cuidado” o “No quiero cambiar”, que curiosamente no cierra el bolo, sino que lo hace “Escupe la bandera”. Así finaliza el acelerado concierto que tampoco llega a la hora de duración con un repertorio clásico y sin sorpresas, con un Pako muy en forma resucitándolos porque para eso son suyos, y con un par de acompañantes que dan la talla como Alik y Andrés.

Salgo del Gaztetxe y el frío, la oscuridad y la humedad siguen ahí, pero me voy a casa con la sensación de que he encontrado ese “vete a saber qué” que andaba buscando.