Ya lo habían avisado, llevaban ropa interior roja, ganas de fiesta y bombas de confeti. De ahí en adelante, toda la hermandad de Marc Ros sabía que lo que allí iba a ocurrir era un incendio. El fuego que Sidonie había empezado a prender hacía ya 15 meses, con el primero de sus más de 80 conciertos celebrando ser El Peor Grupo del Mundo (Sony, 2016) estalló por los aires en el mayor cotillón del año.
A ritmo de baquetazo y pandereta, las campanadas de aquella noche asaltaron el escenario y la banda dio comienzo, como cuando acabamos de comernos las doce uvas, con una efervescente declaración de amor. Os queremos nunca había sonado con tanta pasión en sus conciertos, pero este era la última de sus correrías y tocaba mojarse un poco más. Inflamados de espíritu pop, Sidonie abrió las puertas a la pista de baile ya desde su segundo tema. Era sábado, pero estaba claro que no iba faltarnos Nuestro Baile del Viernes.
Así empezó a vibrar el suelo de WiZink Center, notándose el desinhibido retumbar de los más de 4000 fieles. Los mismos que como decía el hilarante Ros, habían tenido que renunciar, en un 30 de diciembre, “a suegras, cuñados y al Tinder”. De Costa Azul (Sony, 2007) sonó también el tema que le da nombre al disco y más tarde, rematando la nostalgia, la maravillosa Giraluna.
Sidonie
Pero lo que allí congregaba a los asistentes -la mayoría repetidores sidonianos- no era tanto experimentar el concierto con su música, como vivir la eclosión canalla que sólo ellos podrían dar en la antesala de la Nochevieja. Así, las almas extasiadas de aquella sala brincaban salpicando su euforia con temas como Fascinado, Yo soy la Crema o Siglo XX mientras Mar Ros, Jesús Senra y Axel Pi hacían sus idas y venidas por un pasillo central que los conectaba aún más con su público.
Sobre el escenario, la compañía de Víctor Valiente a la guitarra, Rams a las percusiones y la presencia de invitados como Mikel Izal con el que el trío volvió a rendir su habitual homenaje a Subersubmarina en LN Granada. Tampoco faltó Rufus T. Firefly, una de las bandas más reveladoras del panorama nacional, encargada de abrir la noche con su psicodelia de colores y sus letras fascinantes. El quinteto volvió al escenario, de la mano de su vocalista, Víctor Cabezuelo, que unió su voz con la de Ros para dejar en el recuerdo una increíble versión de El Bosque. De ese aire lisérgico también tuvimos constancia en la inusual Feelin’ Down’ 01, una canción rescatada de aquel disco homónimo que los de Hospitalet lanzaron en 1999 y a la que tan poco nos tienen acostumbrados. Algo parecido a lo que pasó con Atragantarnos, un tema de su último disco que muy pocas veces han incluido en sus directos.
El sudor de la melodía más bailable se lo guardaban para el final. Empapados, retozando su adrenalina sobre el micro, llegó el momento de suministrar Carreteras Infinitas para este último viaje. Despendolado y asimétrico, el baile de Ros alertaba del Incendio y con el calor, mejor ir quitándose la ropa, lanzar el confeti dorado por los aires y mostrar los calzones rojos a pecho descubierto para dejar bien claro que, tras dos décadas sobre los escenarios, los de Sidonie siguen siendo los dandys del pop más hedonista de nuestro país.