Viernes 19 de enero de 2018. 20 horas. A las afueras de La Riviera la gente apura los cigarrillos y la última cerveza antes de entrar a la sala. Es un día frío y ventoso, y más donde estamos, pegados al río Manzanares, que siempre baja varios grados la temperatura. Sería un día de esos que te empuja a quedarte en casa al calor del sofá. A no ser, claro, que seas uno de lo afortunados que acude al concierto de Freedonia, referente indiscutible de la escena soul funk nacional, además de uno de los mejores directos del panorama musical español, independientemente del género. En esta ocasión venían con nuevo disco bajo el brazo, Shenobi, todavía inmersos en la gira de presentación, que comenzó allá por junio también en Madrid, con dos conciertos en la sala Joy Eslava, y que aún se prolongará por varias localidades españolas.

Shenobi, el tercer trabajo de la banda madrileña, producido mediante crowdfunding, es un doble álbum compuesto de veinte canciones, en la que amplían el abanico de estilos, con pequeñas incursiones en la música afro y diversos géneros, pero que sigue sonando a puro y desgarrado soul. Es un disco conceptual con el tema de la libertad de la mujer como hilo conductor, presente en las letras por supuesto, pero también en la estética, con esa portada que continúa con el estilo de su anterior trabajo, Dignity and freedom, en el que aparecía una desafiante mujer, presta a afrontar las adversidades, con la mano izquierda apoyada en la empuñadura de una katana. En esta ocasión, la mujer (deducimos que es la misma, aunque más crecida), parece que volase cual heroína de cómic, con la katana ya desenfundada, tras atravesar y hacer añicos, en una gráfica analogía, un muro de cristal.

Freedonia redobla su apuesta político musical, con el uso de las licencias de Creative Commons, y con un mensaje y una actitud de resistencia optimista, con un sano toque esperanzador alejado de cualquier tipo de cinismo propio de otros géneros. El nombre del disco viene de un juego de palabras entre Shinobi, un ninja de un videojuego clásico, y She, ella en inglés, más Nobi, crecimiento en japonés.

Al entrar en la sala se percibe un ambiente más bien frío, aun queda rato para que comience el concierto, y el tamaño de La Riviera se hace notar. Tres pantallas gigantes llenan la sala, una de ellas justo detrás del escenario, donde podemos ver el dibujo de un puño en alto, coronado por el nombre de la banda, y debajo una especie de lema o declaración de principios, Working Class Soul Nation, referencia tanto al sistema y la lucha de clases como al territorio soul al que pertenece Freedonia. No olvidemos que la música soul, heredera del gospel, lo despojó de sus letras religiosas para dotarlo de un marcado carácter político y social, en unos tiempos en los que la comunidad afroamericana estaba inmersa en plena lucha por los derechos civiles.

La banda aparece sobre el escenario, pero aun no vemos a la cantante. El concierto comienza como su último álbum, con el tema instrumental Origen, que funciona casi a modo de introducción/presentación, y con el público todavía entrando y situándose, a pesar de haber empezado con un ligero retraso. Y como Shenobi, también continua con Re-evolution, declaración de intenciones musicales y políticas, ya con la entrada en el escenario, enfundada en un kimono blanco, de Maika Sitté, portentosa cantante y cabeza visible de la banda. Sin duda, ella es una de las claves del grupo. Rodeada de excelentes músicos, con un sentido del ritmo y del directo que les permite llegar al espectador más adocenado y arrítmico, el carisma y la energía de Maika Sitté le dan ese extra que hace que una banda cuelgue el "no hay billetes" allá donde van. La madrileña es un puro torbellino, es de esas cantantes que cantan con todo el cuerpo, que transmite su pasión, que se come el escenario y todo lo que lo rodea. Una banda con un directo demoledor como es Freedonia, necesita una vocalista con el derroche de energía y de entrega que demuestra en cada tema.

Sabedores de su apabullante directo, y buenos conocedores también del sentido del ritmo y del espectáculo, que recomienda siempre ir in crescendo y dejar lo mejor para el final, el concierto fue claramente de menos a más, con un inicio más tranquilo, abundante en baladas y temas instrumentales y una última parte frenética, con varios de los temas más movidos del grupo, como Shake your body, que acabaron por dejar al público exhausto.

Tras los primeros temas, casi todos ellos pertenecientes a Shenobi, entre ellos el fantástico Hope and dreams, además de los ya mencionados, la cantante hizo la primera parada para anunciar Nekope, tema también del último disco en el que, como ella mismo indicó, canta en la lengua de sus padres. Tras Nekope llegó Dreaming about you, primer tema que sonaba de Dignity and freedom, y que subió un poco la actividad entre el público, deseoso de comenzar a vibrar con la potencia y ritmo de de la banda. De ahí en adelante, varios temas más clásicos y transitados, entre ellos el Beggin you que salió en forma de EP.

Mediado el concierto, hubo un intermedio en el que Maika Sitté desaparecía del escenario, pero durante el cual los músicos no dejaban de tocar, para reaparecer vestida con un atuendo más funky, con pantalones y camisa morados. Llegó entonces uno de los momentos del concierto, con uno de sus grandes éxitos, Dignity and freedom, sonando en toda la ciudad. Y de ahí al final, todo entrega, por parte de la banda, de Maika, del público y hasta de los trabajadores de la Riviera, incapaces de abstraerse de la contagiosa música de Freedonia. Fue el momento de Shake your body, uno de los temas más agitados de su discografía, e imposible de escuchar sin acompañar con el movimiento del cuerpo, a no ser que uno haya dejado de respirar y, por tanto, también de bailar, incluso funk. Mención especial merece también The time has come, ese himno a la esperanza y al futuro al que da inicio la cantante, puño en alto, con un grito desgarrador.

Sólo se alteró este frenesí con el tema con el que cerraron el concierto, It's gonna be fine. Una balada preciosa que se abre con el sonido de una melancólica armónica, y que ponía el broche perfecto a un intenso concierto de una banda de presente y futuro brillantes. Un tema perfecto para cerrar la actuación, con ese coro y esa armónica que te arrullan y te apaciguan. Va a ir bien, nos veremos pronto, parece decir la banda. Aguantad hasta nuestro próximo encuentro.

Quizá lo más reprochable fuese la duración del concierto, que no alcanzó las dos horas, aunque también la entrega de todos los miembros de la banda le da una intensidad que compensa cualquier ausencia importante de temas, que las hubo, como siempre. Y llamativo, cuanto menos, la ausencia de canciones de su álbum homónimo, algo ya habitual desde que la anterior cantante dejase el grupo para formar su propia banda. Pero estas ausencias palidecen al lado del poderoso directo que ofrece una de esas bandas hechas para degustar en vivo, una banda que hay que conocer en directo, una banda que no defrauda y que te deja con ganas de más, imapciente por su próxima visita.