El domingo 28 de enero nos desplazamos hasta la sala Santana 27 en Bilbao para asistir al único concierto que dieron en Euskal Herria los alemanes Accept con motivo de la presentación de su último trabajo "The Rise of Chaos", grabado en 2017. En esta gira europea los acompañan como teloneros los californianos Night Demon, banda de heavy metal formada en 2011 y que cuenta con tres trabajos de estudio.

La apertura de puertas se realizó a las siete de la tarde como estaba previsto, pero al parecer días antes de los conciertos, la promotora RocknRock anunció un cambio en los horarios del evento, adelantándose cada actuación 25 minutos. Eran muchos los asistentes: la cola para entrar era interminable, y esto sumado a la modificación de la programación provocó que una gran cantidad de ellos accedieran a la sala con los californianos ya en el escenario dando buen repaso a sus temas.

Pese a ello, el ambiente era de buen rollo y se notaba que había grandes expectativas en la atmósfera. Para cuando conseguimos ubicarnos sonaba ya "Full speed ahead" que enseguida dió paso a "Curse of the damned", un gran tema del segundo disco del trío que sirvió para calentar los motores de los recién incorporados a la sala. Enlazaron con un par de temas del tercer LP "Darkness Remains" como " "Hallowed ground" y "On your own", y ese alternar dos cortes de cada disco fue un patrón fijo el resto de la actuación. Ellos, incansables, se hicieron con el público; tres tíos contra más de quinientas personas, y ganaron la batalla de largo. Mucha energía y vitalidad en las tablas, empezando por Jarvis Leatherby, voz, bajo y actitud, como si de un instrumento más se tratara. Tampoco escatimaba en garra el guitarra, Armand John Anthony, que aunque en una posición más discreta igualmente se hacía notar.

Sonó "Save me now" ('cause I´m loosing all control), un tema lento pero que enganchó, de esos que habla de perdiciones varias y de clavos ardiendo a los que agarrarse, con estribillo fácil de entender y de corear. Despúes cambio de tornas y nos salieron con "Heavy metal heat", más cañero y contundente, y en la misma línea aunque algo más melódica, cayó "Black widow", otro de esos que se quedó con el público. Tras algún tema más, sonaron dos del primer trabajo de los californianos: "The chalice" y "Night demon", con performance en "The chalice" que consistía en una persona disfrazada de muerte paseándose por el escenario con una copa, algo innecesario y prescindible, pero para gustos...

Se iba acercando la hora de finalizar: los plazos están para cumplirlos, y además cuando todo está bien dicho, para qué más. Esperaba que finalizaran con un tema potente suyo, de esos que deja con ganas de más, pero, como es habitual en ellos, cerraron con la versión "Wasted years" de Iron Maiden. De más está decir que la respuesta de los presentes fue inmediata e intensa, porque es un clásico, y porque ellos estuvieron a la altura con la interpretación. Y ya. Ahí quedaron tras una actuación bastante enérgica y entregada. Y nosotros agradecidos, y a la espera de lo siguiente.

Accept, (re)programados para las 20:50, casi fueron puntuales. A menos cinco ya estaban dando vueltas por el escenario y colocándose en sus posiciones. Sin más preámbulos, rompieron con "Die by the sword", tema que abre también su último disco del 2017 "The rise of chaos". También incorporaron al set list "The rise of chaos", "Kool aid", "No regrets", "Analog man", que por cierto fue muy bien recibido en la sala, con un montón de personas cantándola y haciendo coros bajo la supervisión de Martillo, que incitaba a la participación. El resto del repertorio fue bastante variado en cuanto a discos, y lo que está claro es que fue una sucesión de temazos, aunque esto no es algo que sorprenda.

Qué voy a decir sobre Accept que no se haya dicho anteriormente. Podrán dar conciertos más o menos cañeros, pero la cosa es que nunca decepcionan. Bien sea porque se han labrado lo suyo a lo largo de la trayectoria que llevan, bien sea porque hay un componente emocional de los que han crecido con su música, bien sea porque son máquinas. O probablemente sea por todo a la vez. El caso es que lo tienen hecho incluso antes de arrancar los primeros acordes de cualquier actuación, y aún así, te mandan a casa como nuevo.

Resulta curioso cómo consiguen entonar al personal desde la tranquilidad más absoluta aunque parezca lo contrario: un Martillo hiperactivo, Peter Baltes (bajo) con su actitud y un Christopher Williams con su batería que parece salida de Mad Max, atronando lo altavoces cada uno con lo suyo. Y en contraposición, esa tranquilidad de Uwe Lulis, guitarra ritmo, que deslizaba los dedos sobre las cuerdas sin perder ni un segundo la sonrisa, como si aquello pudiera hacerlo cualquiera. O el dominio de Wolf Hoffman a la guitarra solista, haciendo más de un guiño a la música clásica como en "Neon nigts" y su riff de "El lago de los cisnes" del gran Chaikovski, o el solo que se marcó hacia la mitad del concierto.

Tampoco faltaron temas como "Up to the limit", "Pandemic", "Fast as a shark" y "Princess of the dawn" en los que los protagonistas fueron los presentes puños en alto y los coros que a más de unx dejaría sin voz. En otra ocasiones el peso lo llevaba la escenografía, con las humaredas y plataformas en las que hacerse notar, y alguna que otra coreografía entre guitarras y bajo, como fue el caso de "Objection overruled", durante la que se desarrolló una suerte de "duelo" entre Peter Baltes y Wolf Hoffman.

Llegó el momento del bis, y enlazaron "Metal heart", "Teutonic terror" y finalmente, "Balls to the wall", sin duda una insignia dentro del material de los alemanes, y que alargaron todo lo que quisieron, y se quedaron cortos. La imagen final fue la formación al completo al centro de las tablas, saludando y repartiendo púas y set lists entre un público más que satisfecho.

Y vuelta a la anodina rutina: metro, casa y un lunes inminente. Cinco horas de sonido brutal y buena experiencia que pasaron volando y que van directas a cualquier rincón de la memoria. Eso que nos llevamos.