COLABORACIONES
 Reseña
 
José Ignacio Lapido "El Alma Dormida"
  20/10/2017     
  Rafa Pérez
 
Un disco se empieza por la portada, es la ruta que sigue el usuario final. El ritual suele ser parecido, aunque no exento de manías. En mi caso, aun apegado a los formatos físicos, le pregunto a la portada ¿Qué me quieres contar? Y elucubro respuestas, mientras lucho a muerte con el plástico que sella la novedad, que espero confirmar o no en las múltiples escuchas. En este caso, aparece un Lapido enlutado, caminando en solitario por el desierto nos mira a través de unas gafas de sol.
 
El diseño de la portada, llevado a cabo por Jesús Gilabert, dice mucho con muy poco, y no creo en las casualidades. Si una portada te deja indiferente, algo falla. Haciendo contraste en la imagen, acompañado por solo una pita y unos hierbajos, el paseante no nos muestra su destino, pero si el camino que deja atrás ¿Qué lo mueve a avanzar por tan inhóspito paraje? ¿Qué número tiene el siguiente espejismo? ¿Cómo es el oasis que lo atrae? Son algunas de las miles de preguntas que me han acosado en un minuto de observación. Si imaginamos que el disco es una senda con un punto de partida ¡Cuidado!, la primera canción del disco, y un punto de llegada que sería La Escalera de Incendios, vemos que el camino es de todo menos plano y aburrido.
 
La madurez del maestro se deja notar en temas donde los medios tiempos y la voz templada cobran protagonismo, es un territorio donde Lapido se siente cómodo. Como ejemplo podemos encontrar esa configuración en Como si fuera Verdad, No Hay Prisa por Llegar o Enésimo Dolor de Muelas. Con guitarras aterciopeladas, casi susurrantes, que dejan un rastro sinuoso hacia paraísos onírico-balsámicos tan necesarios en tiempos donde las voces de la calle son gritos primarios adornados con banderas. También hay temas más "alegres" con guiños evidentes a la música americana, suenan a country No Hay Prisa por Llegar y sobre todo la genial Estrellas del Purgatorio. No sería Lapido si no hubiese cortes dominados por guitarras que aúllan furiosas para crear espacios oníricos más allá del bien y del mal. Enérgicas y energizantes suenan ¡Cuidado! (bendita sea la escala de Re), Nuestro Trabajo o Dinosaurios. Canciones efervescentes, rock con maestría y oficio marca de la casa directo al torrente sanguíneo que espero que sean carne de directo en la inminente gira de presentación del disco. Nota alta para los cuidadísimos arreglos, matices que se van descubriendo a cada escucha y que añaden otra pizca de emoción.

Se aprecian, en la producción, los aportes de los grandes músicos que lo acompañan: Víctor Sánchez, Popi González, Raúl Bernal y la nueva incorporación, un viejo conocido al bajo, el inconmensurable Jacinto Ríos.
 
No puedo obviar las letras, donde Lapido hace honor a sí mismo una vez más. Crítico con la realidad que se nos envuelve en papel de regalo, se muestra rebelde con sentido de la razón. Es un tahúr que anuda el significado de las palabras para construir trampantojos con el lenguaje. No hay quien le gane en este terreno donde, por medio de la poesía, estruja el pensamiento lateral. Nos acerca a precipicios de metáforas para dejarnos caer en telas de araña, de una realidad construida con humo y restos de sueños. Quedan equipajes sin facturar.
 
Todos tenemos un desierto por cruzar. Por suerte para los demás, en el de Lapido crecen notas musicales entre poemas atemporales.
 
www.facebook.com/joseignaciolapido
 
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