El pasado domingo día 27 de octubre, la sala La Riviera de Madrid tuvo el privilegio de albergar uno de los conciertos más potentes de este 2013 que ya entra en su recta final. Venidos desde Finlandia y acompañados de dos formaciones de brutal calaña, Children Of Bodom presentaba su nuevo disco de estudio Halo Of Blood.

Una vez abiertas las puertas a las siete de la tarde, la afluencia de público aparentaba ser más de lo que realmente era. En esa discreta fila volvimos a contemplar la picaresca de las entidades vendedoras de entradas, que sin tener en cuenta la edad mínima del espectáculo, venden entradas a menores jugando con su ilusión por ver a alguno de sus grupos favoritos. Más allá de aquel incidente, la noche transcurrió con total normalidad.

Normalidad pero no tranquilidad, ya que breves minutos tras la apertura de puertas, Medeia iniciaba la tormenta con su estilo death melódico cercano al hardcore. Gracias a un sonido potente y directo, los también finlandeses rompieron el hielo que les separaba de la audiencia. Con un set-list que incluía piezas de su último trabajo Iconoclastic, interpretaron sus temas con soltura y haciendo buen juego de los elementos de los que disponían. No se cortaron ni un pelo a la hora de realizar saltos, o incluso tocar sobre el foso mientras los asistentes de la primera fila los sujetaban. Entre la acción de sus riffs, hubo tiempo para algunas palabras en inglés de agradecimiento para los asistentes y en especial para los cabeza de cartel de la noche. No todo eran acordes. Destacaba sobre todo, la melodía de su teclado accionado por una teclista que hacía a su vez de corista, dando una experiencia mucho más completa al directo. Pese a la entrega de sus componentes, artífices del mosh-pit final, su actuación dejó que desear, especialmente en lo que se refiere a la calidad del sonido: pobre y aturullado.

Respecto a las condiciones del sonido y la iluminación, el sonido fue de menos a más. A lo largo de la actuación los técnicos supieron ajustar correctamente los diferentes niveles  para tener una mejor experiencia. Hay que mencionar que debido a la potencia de sonido de la sala, las voces suelen quedar relegadas a un plano poco relevante y tapado por el resto de instrumentos. Las luces variaron poco a lo largo de las dos primeras actuaciones, por lo que los grupos, salvo por la oscuridad predominante, se vieron teñidos de rojo.

Una vez terminado el primer grupo y realizado el cambio de instrumentos, fue el turno de los polacos Decapitated, que haciendo honor a su fama, ofrecieron la actuación más escueta y brutal de la noche. En mi humilde opinión, la mejor con algún pero.

Con un sonido muy crudo y duro, totalmente característico de un death rápido y técnico, Rafal Piotrowski, con sus kilométricas rastas y su gutural voz, llevó a cabo una escabechina musical digna del mejor metal de casquería.

Comenzaron directamente con su repertorio sin mediar palabra, algo que fue habitual en la mayor parte del concierto. Con temas como “Pest” y “Day 69”, consiguieron mover con facilidad a una masa predispuesta a seguir el ritmo. Seguir que no cantar, ya que pese a que fue sin duda la mejor actuación de la noche, quizás fuesen una elección no del todo acertada como compañeros de cartel de CoB por la diferencia de estilos.

Los temas prosiguieron rápidos a la par que los artistas se movían libre, pero no en demasía por la tarima. Respecto a su sonoridad, la esencia de su música quedó completamente lograda gracias, en parte, a los disparatados graves que hacían vibrar el cuero cabelludo de quien os escribe.

Tras un concierto que resultó corto, la sala llegó a una ocupación media que se mantuvo hasta el final de la noche. Era la hora de Chidren Of Bodom y eso se notaba en el comportamiento eufórico de algunos de los allí presentes. No sabemos si por primerizos o por verdadera devoción hacia la formación liderada por Alexi Laiho.

Aproximadamente a las nueve y media de la noche, el quinteto de Espoo saltó lanzado hacia el público buscando el aplauso fácil que provoca su presencia. Tras ello y sin mediar palabra, comenzaron con “Transference”. Con un sonido bastante mejorado respecto a las primeras actuaciones y una serie de pantallas que desde la parte trasera ambientaban la puesta en escena, el éxito estaba asegurado.

Su set-list estuvo formado por “Silent Night, Bodom Night”, “Sixpounder”, “Halo Of Blood”, “Scream For Silence”, “Bodom After Midnight”, “Lake  Bodom”, “Hate Crew Deathroll”, “Dead Man´s Hand On You”, “Everytime I Die” e “In Your Face” entre los dieciséis que eligieron para la noche. La mayoría de los temas fueron extraídos de su último trabajo de estudio. Disco que suena especialmente bien y que es famoso por tener las canciones más rápida y lenta de su carrera hasta ahora. Mencionable es la parte melódica de sus temas, que han mutado hacia una vertiente más “happy” de la que nos tienen acostumbrados. Aun con ese notable cambio, la entrega de la gente en las partes más cantables y reconocibles de las canciones era pasmosa, especialmente en aquellas  más clásicas como “Are you dead yet?” que aproximaban al público al clímax.

Sobre la melodía, destacable la mayor presencia de las guitarras así como la barra libre del teclista, que buscaba entretenimiento como podía mientras llegaba su momento de gloria con el teclado.

Además de las ya mencionadas novedades visuales sobre el escenario, el juego de luces cambió notablemente según nos acercábamos al final de la actuación, de tal manera que todo el colorido potencial del equipo de la sala quedó a disposición para componer una estampa digna de inmortalizar.

Cerca de las 11 de la noche el concierto llegó a su fin dejando sin duda un buen sabor de boca a un público que respondió de manera calurosa y derritió el frío natural de los nórdicos.

Sin duda un show que a pesar de los problemas de audio, mereció la pena el precio que costaba, no solo por el plato fuerte, sino por los extras que sumaba a su apuesta.

Esperamos poder disfrutar otra vez de sus directos pronto.