Hacía un tiempo que sabíamos que el principio del fin se acercaba. Un hecho que parecía que no iba a llegar nunca, hasta que llegó. A falta de una sola ciudad de la que despedirse, su casa, Valencia; La Raíz, dejó el listón muy alto en Madrid. El pasado sábado 3 de noviembre, tuvieron su tercera fecha consecutiva en la capital, con su tercer consecutivo “sold out” en el Palacio de Vistalegre.

Despedida, que empezó con “La Miseria de sus Crímenes”. El particular grito de La Raíz, que rápidamente, dio paso a “Poetas y Presos”. El público, enloquecido, estalló. No tardaron en empezar a cantar todas y cada una de las canciones que fueron llegando. No era para menos. Y es que, con temas como “Borracha y Callejera” o “Muérdeles”, “La Voz del Pueblo” tenía que empezar a hacerse notar.

Si algo se esperaba de una noche como la del sábado es que fuera emotiva, como poco. A la par que festiva. No faltó tiempo para echar la vista atrás, recordar los 14 años de trayectoria de la banda y los recién cumplidos 9, desde que visitaron por primera vez Madrid.

Más gritos y aplausos por parte del público que, alzando la voz, comenzaron a cazar a todos los “buitres” y “Jilgueros” que sobrevolaban el cielo. Los mismos que, aun exigiendo “Obediencia Ciega”, tratan de hacer de “Una Selva Asesina”, la representación de todo un país. Pero tal y como reconoció abiertamente Pablo Sánchez, “el 12 de octubre La Raíz no tiene nada que celebrar”.

Pausa para recuperar la emoción con “El Tren Huracán”. La Raíz compuso este tema a un buen amigo y vecino de Gandía: El Cristo, quien falleció hace ya una década, por llevar una vida de excesos. Emoción que se convirtió nuevamente en voces que cantaban al unísono, con el homenaje de los valencianos a Leño, al comenzar los primeros acordes de “Maneras de Vivir”.

Si en algún punto, algo podría representar a la perfección “Nuestra Nación”, “Por Favor”, que fuera ese preciso instante en Vistalegre, cantando “Llueve en Semana Santa”, y no lo que pudiera haber fuera. O el momento en el que apareció sobre el escenario, Sandra Monfort a la guitarra, para interpretar en pleno acústico, “Suya Mi Guerra”. Guerra que terminó al grito de “Madrid será la tumba del fascismo”. Y ningún “Circo de la Pena” habría sido capaz de acallar al público en esos momentos, porque en “El lado de los rebeldes” siempre “Elegiré” volar.

Es sorprendente lo rápido que pueden pasar las horas y lo sencillo que puede ser perder la noción del tiempo. Curiosamente y, casi sin saberlo, estaba llegando el final del concierto. Poco a poco, se fueron sucediendo canciones como “Radio Clandestina” o “Solo quiero de ti”, siendo el punto más álgido cuando Rozalén hizo aparición en el escenario, para cantar “La Hoguera de los Continentes”.

Todavía quedaba “Zarzuela y Castañuela”, antes de que Pablo lanzara uno de sus discursos finales. Muchos años en la carretera, que llegaban a su fin en ese instante. Madrid no volvería ser testigo de un concierto de La Raíz. No de momento. No porque la industria de la música lo impusiera. No sin los 11 músicos de la banda. Antes de arrancar con “El Mercurio”, Sánchez agradeció. “Gracias por ayudarnos a dibujar el capítulo más bonito de nuestras vidas”.

Era el fin. O no. Aún quedaban los últimos pogos, los últimos bailes y los últimos gritos, durante “Rueda la Corona”, “A La Sombra de la Sierra” o “Nos Volveremos A Ver”.

Como en toda despedida, era prácticamente imposible desprenderse de esa sensación agridulce. Era imposible no debatirse entre la euforia de haber visto un gran directo de una de tus bandas; y la tristeza de no poder verlos nunca más en vivo. Parece que la puerta de La Raíz se cierra por completo. Aunque siempre nos quedará el consuelo de que “nos volveremos a ver”. Siempre nos quedará aquello de “nosotros estuvimos allí”.