Si algo puedo decir ahora mismo acerca de La Cueva, es que es uno de esos espacios a los que nunca me canso de acudir, que cada vez que te atrae para ir, lo hace con ese aura callejero, combativo, reivindicativo, que tanto rezuma por cada una de sus cuatro paredes. Ha acogido a grupos como Aphonnic, Lendakaris Muertos o Hamlet, así que tenía ganas de volver para una ocasión como esta, en la que dos terceras partes del cartel estaban ocupadas por representantes de mi ciudad.

He de ser sincero, y hace unos meses, sentí miedo y frustración ante el posible cierre de un centro social autogestionado tan representativo como es este del que estoy hablando, pero ahora mismo, escribo con la seguridad y sin el temor de que vaya a desaparecer de nuestras vidas. Podemos estar tranquilos, La Cueva sigue luchando y estando muy presente, y les queda aún mucho por decir, por hacer y por demostrar.

Las puertas se abrieron cercanas las 22 de la noche, y el primer grupo, los inauguradores de este sábado dedicado a varios géneros musicales, eran los paisanos de Ecos de la Hysteria, con quienes ya he compartido varias veladas de rock y de metal. Con su ya característica y representativa intro, guitarra, bajo y batería fueron perdiendo su silencio, y el último en añadir algo a todo ese sonido fue Dani, la voz del grupo. Siempre he visto a estos cuatro chicos en sala, y he de decir que se adaptan sin problemas a cualquier escenario, iluminación y acústica, haciendo llegar toda su personalidad a los asistentes en todas las situaciones y actuaciones. Con un EP y un disco, nos ofrecieron muchos de sus temas más representativos, durante la más de media hora que domaron nuestro ritmo y percepción musical.

Suyos son “Apunta y dispara”, “Boom” y “Bajo la niebla”, que nos tuvieron obnubilados en toda su duración, pero sobre todo, son imposibles de olvidar otros como “Gritamos al cielo”, “Guerra y humo” o “Fuego, furia y sangre”, temas a los que yo ya considero de la familia estéreo de mi gusto musical. Para estos vallisoletanos, este sábado de marzo suponía su prueba inicial en la sala palentina, y creo que hablo con el pensamiento de todos los asistentes en mi boca: lo petaron, gustaron y serán recordados. Su momento de presencia escénica quedó concluida con su tema “No pienso regresar”, hijo fruto de su EP nombrado del mismo modo que la banda. Y así se despidieron de nosotros, dejando nuestros cuerpos aún incandescentes.

Se hizo un descanso necesario, durante el que se cambiaron algunos instrumentos, añadiendo también el viento, necesario para lo que estaba a punto de llegar. Un ciclón procedente de la combinación que forman el ska, punk y rock de los miembros que forman Paté de Pato, contando con los dedos de ambas manos los integrantes de este grupo de Salamanca. Su estilo gamberro, transgresor, combativo y potente fueron acercando cada vez más a todo el público, llenando hueco que separa a los artistas de los asistentes, y dando lugar a los primeros pogos de la jornada.

Sus letras no dejan lugar a dudas, se trata de un grupo de personas que no están nada de acuerdo con muchos asuntos de la sociedad actual general, del país en concreto, o de la humanidad global. Suyos son temas como “Suma y arresta”, “Cicatrices”, “Gracias Mariano” o “Gobierno corrupto”, que dan testimonio de lo que debería ser y no es en las calles, en los ministerios o en las oficinas. Un tema tras otro, se iban intercalando las cuerdas con los vientos, dejando momentos de guitarreo puro, con otros más propios del jazz. Con sus siete miembros y sus dos discos, todos los minutos que ocuparon las tablas fueron disfrutados desde la primera fila hasta la última, y los pogos que protagonizaron delante del escenario fueron uno de los mejores testimonios.

Ya sólo quedaba un grupo para seguir reventando la noche, y no era otro que el cabeza de cartel, uno de los mejores exponentes cuando se trata de ubicar nuestra urbe en el mapa como ese centro de gestación y representación de la buena música metalera y rockera. No hacía ni un mes que ya había asistido a otro concierto de estos chicos, además en su cuna, en su morada, el lugar que eligieron entre varios más para la presentación de su nuevo disco, “Duelo”. Han viajado por muchas ciudades, visitado numerosas salas, y Palencia tenía ya ansias por cobijarles en sus límites durante ese periodo que dura su representación copando la energía, el sudor y las voces de todos los asistentes que escuchan su llamada. Free City son explosivos, vibrantes, carentes de miedo por expresar lo que piensan, sin nada que callar y mucho por demostrar. Que no engañen sus tres trabajos hasta la fecha, pues tienen mucho que aportar con ese cuarto LP que llevan tiempo cuidando y alimentando, y en todos ellos se nota cómo el punk y el rock estrechan lazos y manos para alcanzar la brutalidad sonora, la armonía acústica, la potencia melódica.

Podemos hablar, citar y mencionar muchos de sus temas más conocidos, como “Desafiando al mundo”, Volveremos a nacer”, “Nunca más” o “En este lado del fuego”, y en todos ellos, estos cuatro pucelanos han vertido miles de gotas de sangre y sudor, contando sesiones en el estudio o actuaciones en los escenarios. Y aquella cueva palentina se convirtió en su hogar más confortable, durante la aproximadamente hora de duración que alcanzó su tiempo en las alturas. Pogos en el suelo, cervezas en las manos, coros en las bocas, y mentes ancladas en cada instrumento que sonaba, fueron compañeros inseparables en toda esa demostración de fuerza joven.

Pudo parecer un sábado más en la Cueva, pero después de aquella noche de mediados de marzo, los asistentes a este concierto se fueron dando saltos, con algún tema resonando aún en su cráneo, y con esas ganas insaciables de más metal, de más rock, de más punk, de más ska, que serán saciadas en la próxima fecha grabada con tinta indeleble en el calendario.