Atrás quedó una estresante y a la par alucinante semana, supongo que unos acabarían encantados y otros también, pero un poco más cansados que los primeros. Y es que después de dos años incesantes el II Aniversario del Black Bird tuvo su semana grande con artistas como Los Cuervos, The Black Birds o La Luisete Bolina llenando el escenario todos y cada uno de los siete días. El broche de oro lo puso la actuación gratuita de Juan Abarca, que como bien rezaba en los carteles publicitarios, “sí, sí, es el cantante de Mamá Ladilla”, para los despistados que aún no sepan quién es este SEÑOR (con mayúsculas si se me permite). La noche dio mucho de sí, y éramos unos cuantos los que nos acercamos a la cita con este gran artista. Sin embargo, también sé de buena tinta que otros muchos no se enteraron del concierto. Es lo que tiene no enchufar el ordenador en verano, pero vamos por si alguien aún no se ha enterado, Juan Abarca estará por la tierruca unos días más, y todavía se le puede ver el viernes 24 en Torrelavega y al día siguiente en Unquera. Sin duda alguna es como para plantearse y mucho el volver a disfrutar de esos momentos viendo lo que vimos en el Black Bird. El ambiente fue de lujo, poco a poco se notaba como se llenaba la sala y Juan Abarca dejó bien claro, por si todavía alguien lo duda, que es un auténtico genio. Para mí por lo menos esto es algo indiscutible se mire por donde se mire. En el público se respiraba la tensión y la alegría a partes iguales, la calma tensa de esos que esperan más y más mientras se frotan los ojos porque no se pueden creer lo que están viendo. Las risas estuvieron aseguradas de principio a fin y se notaba una clara diferencia entre los que ya conocían al autor y los que se habían acercado por curiosidad. Pero al final un espectáculo tan eminente acaba equiparando a las personas y todos nos lo pasamos igual de bien. Me gustó mucho ese formato acústico en el que tenían cabida temas propios como “Tiempo rancio y senil”, “Estaba el majara” y la bonita historia sobre los músicos titulada “Teazotan”, que prometió que no entenderían ni los grandes artistas ni los que tampoco lo eran. |
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Además fue un auténtico placer escuchar las canciones de una banda suprema que todavía no he tenido el gusto de ver en directo, y espero que no me lleven con los pies por delante antes de que ese momento, soñar es gratis y no hay nada imposible. Y es que simplemente es escuchar el nombre de Engendro y ya tiene tanto significado que en vez de darme repugnancia, como a cualquiera que se imagine un horrible monstruo, me dan agujetas de las carcajadas. Así que como es de suponer aquella noche la risoterapia vino como anillo de la mano de “Pienso en mí”, “La misa negra”, “La bola de bisbal” y “Llorones mix” (¡Arriba Manuel Machado!). Tampoco faltaron unos cuantos temas de Mamá Ladilla como “Mofándose están”, “Érase una canción” o “Yonkis go home”. Y para los más desconfiados, aquellos que piensan que estas actuaciones en solitario del vocalista y guitarrista supongan un punto final de cualquier otra cosa, dejó bien claro que lo cortés no quita lo valiente y que le acompañaría toda su banda en esta misma sala dentro de pocos meses. Pudimos disfrutar de estas y otras muchas cosas, como la peculiar versión del “Princess of the nights “de Saxon en inglés, y de unos cuantos estupendos “desvaríos” del libro de relatos, reflexiones y majaderías que se titula “Dios es chiste”. Uno de los que especialmente me impactó fue una fábula que hablaba sobre que pasarían si prohibieran los guisantes. Yo la verdad es que iba un poco a ciegas y el concierto en un primer momento me daba un poco de pereza, tampoco lo voy a negar, y es que Mamá Ladilla me gusta, he digerido varios conciertos y he escuchado muchos de sus discos, pero tal vez no como a otras personas que serían capaces de sumergirse en el más profundo de los abismos por verles. Tal vez por eso la actuación de Juan Abarca fue como una bofetada, como un: ¡zas, en toda la boca!. Y debo reconocer que me lo pasé muy bien compartiendo esos minutos con él y finalmente no quería que aquello se acabase nunca. Pero todo lo bueno, y también lo malo (¡menos mal!) de esta vida concluye. Así que dejaremos esto en vez de con un punto y aparte con un punto y seguido. Nos vemos en la siguiente, o tal vez no, quien sabe… Y como poco más se puede decir, pues: ¡Punto en boca!. |
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