¡Espíritu de supervivientes! Obviamente nuestra forma de vida va cambiando, a mejor o peor, dependiendo de los buenos o malos hábitos que vamos adquiriendo con el paso del tiempo o a causa de los valores que nos va imponiendo la sociedad, independientemente del modo que hayamos elegido, a priori, una vida simple y sin esfuerzo o de aventurera rebeldía, exprimiéndola al máximo, no obstante, a medida que nos hacemos viejos vamos resignándonos a vivir acorde a un estilo rutinario y poco placentero, renunciando a disfrutar cada instante como si fuera el único, aceptando definitivamente el hecho de que es más fácil y cómodo llevar una vida sencilla, sobre todo cuando no se echa en falta nada. Aunque en el ámbito musical ocurre prácticamente lo mismo, hay músicos que nunca dan su brazo a torcer, encontrándose en litigio continuo con la creatividad, pese a que ello no suponga forzosamente ser síntoma de calidad y ni siquiera de originalidad; susceptibles de proporcionar algo de alborozo a los seguidores incondicionales y sufridos consumidores musicales. Los irlandeses Therapy? se hallan en ese privilegiado y selecta masa de músicos estelares, versátiles y de imaginación fecunda, impulsados por una necesidad de reinventarse para ir un pasito más adelante hacia un amplio bagaje y eclecticismo musical, generando sonidos únicos e innovadores y abriendo el rock alternativo a nuevas formas musicales, rompiendo barreras y límites con fe expansiva. El pasado 13 de noviembre, en la sala Azkena de Bilbao desprendieron un magnetismo del que muy pocos pueden presumir sobre un escenario, tanta bondad y entrega que los sentimientos vertidos en cada una de las piezas interpretadas elevaron nuestras mentes a un nivel de conciencia diferente, a un estado de plenitud máxima, parecido a una alucinación cerebral, un tránsito a un universo paralelo de placer y exuberancia. Enseguida quedó patente la fortaleza de los músicos, cada uno de ellos lograba mantenerse al margen de los demás, con propia identidad, pero sin renunciar a la compenetración y al juego de equipo. |
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El encorbatado Andy Cairns demostró estar en muy buena forma, eclipsando la apatía con un derroche de ritmos salvajes, manifestando un gusto exquisito en el ejercicio de las búsquedas experimentales y moviéndose en terrenos extremadamente pantanosos con una desenvoltura y franqueza que tan sólo los más avispados han logrado irradiar. Un caminar a la luz de la experimentación, desatando en nuestro interior una tormenta ácida que nos dominaba y llevaba a una reacción desmedida pero controlada al mismo tiempo; una ebullición sonora desbordante y cegadora en sus primeros compases “Living In The Shadow Of The Terrible Thing”, “Ghost Trio” y “Why Turbullence?”, de efectos tonificantes como ese café matutino que te hace sentirte con energía y ser más capaz de manejar cualquier situación complicada que te deparé el resto del día Tras esta primera muestra ferviente defensora de la evolución y la experimentación, la primera ingesta de pastillas de plácida alucinación “Teethgrinder” y “Die Laughing", el primer acercamiento al disco que les otorgó la fama mundial "Troublegum", dedicada sarcásticamente hacia mártires como Kurt Cobain o Amy Winehouse, seguidas de un complejo vitaminado a dosis de shock “Bad Mother”, “The Buzing” ,“Unbeliever”, bien cargados de ornamentos y de cortinas musicales para no resultar monocordes, centrífugos vaivenes de guitarras puntillosas y melodías impregnadas de misticismo para desbordar todas nuestras previsiones, mil injertos fundidos con inteligencia y sublimados por una cambiante belleza ignota por estos lares. El público, como si Andy fuera un pastor evangelista que transmite la voz del altísimo, se entregó a sus órdenes, saltando en la potente versión de Joy Division “Isolation” y desgañitándose en sus clásicos mata-marcianos “Stories”, “Diane”, “Knives”, “Nowhere” o “Screamager”, en donde esos torturados acólitos le seguían para flagelar su alma a base de latigazos de puro rock alternativo y post-grunge. |
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Enérgicos histriónicos y con ganas de compartir su entusiasmo, no dudaron en enzarzarse en una bonita disputa instrumentalista en una camaleónica e irresistible “Nausea”, como esas máquinas que realizan simultáneamente la siega y la trilla. Ante la visión de los músicos haciendo aspavientos y proclamándose verdaderos fervientes defensores de la improvisación, la contención de aún cierto sector del público ya sobrepasaba lo humano. Tampoco su pequeño homenaje a Neil Young con unos compases del "Hey Hey, My My" o el estribillo de “Rose Garden” (Lynn Anderson) había logrado penetrar su duro caparazón, no obstante, las tracas finales con una irreconocible adaptación del tema de los Misfits “Where Eagles Dare” y las esperadísimas “Screamager” , “Nowhere” y “Potato Junkie”, corrieron una mejor suerte, espiritualizándoles el animal que todos los seres humanos llevamos dentro escondido, sangre en las manos y piel de gallina. Ya lo decía Beethoven “La música es, realmente, la mediadora entre la vida de los sentidos y el espíritu”. - Living In The Shadow Of The Terrible Thing |
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