El Pasado día 22, Iván Ferreiro nos abría las puertas de su Casa en forma de nuevo disco. La noticia no debería de ser que Iván saca un disco, la noticia es que el mayor de los Ferreiro vuelve, por séptima vez, a refundar el pop patrio.

Hablar sobre la dilatada carrera Iván Ferreiro es fácil, lo difícil es contar lo que sentimos cada vez que escuchamos esos manifiestos musicales, que ya con los Piratas sonaban y a día de hoy en solitario, siguen cargados de alegatos sorprendentes. Encontrando el equilibrio entre lo distinguido y lo ingrato, de cómo sus canciones son una droga más, por muy malos recuerdos que nos traigan, no podemos dejar de escucharlas, contando estas con una belleza incuestionable.

Allí nos acercamos al Palacio de los Deportes (enésimo cambio de nombre y el que suscribe se pierde… A partir de ahora, lo voy a llamar como siempre) a conocer esa nueva Casa itinerante que está recorriendo todo el estado.

Pocas entradas quedaban, por lo tanto, con la sala llena (Al ser el formato Ring, hablamos prácticamente de una sala, el aforo es más limitado), se abre las majestuosas puertas de esta nueva Casa, suena “Dioses de la distorsión”, volvían los hermanos Ferreiro, encabezados por Ivan, a “su” Madrid (Un público multitudinario y tremendamente honesto) que le acogió desde el principio. Por algo somos los únicos y multitudinarios miembros de una sociedad secreta, de esa sociedad que Iván Ferreiro creo, justo en el momento que se dedicó a esto de la música, o mejor aún, a esto de dar forma a las emociones.

21 Estancias tiene esta Casa, de diferentes colores, ritmos, tamaños, sentimientos… y hoy, las estábamos viendo todas, en vivo y en directo, entre mezcladas con cortes antiguos como “El Bosón de Higgs”  “Como conocí a vuestra madre” (Con Martí Perarnau, de Mucho) del discazo Valmiñor-Madrid  o las míticas  “El viaje de Chihiro”, “Inerte”, “Espectáculo” del disco Canciones para el tiempo y la distancia.

Niños y jóvenes de los`90,  risas, lágrimas… y sobre todo… emociones, ante una puesta en escena como esa, tan arriesgada. Después de ver a Iván en incontables ocasiones, la cosa lucio, ese espectáculo de luz (Cuatro pantallas gigantes y una gran casa de led coronándolas) y de sonido (gran sonido) era aquello que le faltaba en los shows al gallego.

Caminábamos hacia las tres horas de concierto y con “Extrema pobreza” y “N.Y.C”  sonaron tres décadas de canciones, sinceramente el set list fue tremendamente acertado, incluyendo temas de Los Piratas, como y “Años 80”  (no podían faltar).

Iván como gran anfitrión, no dejo de interesarse por sus invitados a esta presentación de su Casa, revelando, que este había sido el concierto más multitudinario (Dato que impresiona, o más bien decepciona la poca justicia musical que gasta este triste país) Se deshizo en halagos hacia los pilares de esta Casa; hacia su hermano Amaro Ferreiro, a Emilio Saiz también a la guitarra, al inconfundible Ricky Falkner al bajo, Xavi Molero a la batería, y a los teclados y pianos Marta Toro y Sergio Valdehita, siendo este el gran secreto de este (autodenominado) cantante “bajito y feo”.

Lo de feo exagera, lo de bajito, dependerá de estaturas, pero lo que si os puedo decir es que Iván y los suyos, se estaba dejando la piel, con un control de la dinámica, que te deja exhausto, una intensidad vital que te reconforta, tejado de esta nueva Casa, piedra angular que tiene el gallego cuando se sube a las tablas. Y para acabar, después del último bis, todas seguidas como si fueran una; “Rio Alquitrán”, la ranchera “S.P.N.B”, “Promesas que no valen nada”, “El Dormilón” y como no podía ser de otra manera, más de 5000 gargantas cantaron “Turnedo” antojándose un final apoteósico.

Y así, entre truenos y relámpagos con un sabor triunfante, levantábamos el brazo, con una gran inercia hacia los lados, indicando adiós, a Madrid le acababa de salir una playa, vacía, que olía a lluvia. Preferimos marcharnos que aguantar, puesto que esta Casa de Iván, mañana seria habitada por más gente, esa gente, que espera que el de Nigrán destile las emociones y las convierta en canciones que duelen, que ahondan en lo más profundo, que te salvan frente al abismo.  Gracias Iván y Amaro, Amaro e Iván, por esclavizarnos de este modo tan sensato.