Hay noches en las que el doblete es casi una obligación y como no fui capaz de elegir entre ver a EUKZ y a GBH, pues me tocó andar a la carrera para llegar desde la sala Penélope a Gruta 77. Gracias a la bendita puntualidad británica de esta última sala (cualquier noche nos invitan a un té con pastas con la entrada) conseguí entrar con unos Bladders recién empezados. Y qué pena no haber conseguido entrar en el primer tema, menudo bolazo que se dieron los madrileños.

Después de haberles visto hace un par de años en el leganense anfiteatro del Egaleo teloneando a The Toy Dolls les tenía apuntados en la lista de “volver a ver” y no había encontrado el momento oportuno. Y es una pena. Con su punk melódico y su rollito cañí californiano se metieron en el bolsillo al respetable.

Uniformados en el escenario con camisa gris, todos excepto Nico a la batería (que creo que se ha ganado con creces vestir los galones), nos regalaron al oído temas como “Golden passions”, “Weird”, “Bacteria” o “Hey bonita”(welcome to my home, tonigth!). Incluso se atrevieron con el “Maxwell murder” de los emblemáticos Rancid.

A pesar de que la mayoría de la gente no era fanática del hardcore punk de la costa oeste no dejé de escuchar aquello de “joder, cómo molan estos tíos”, normal, menudo conciertazo se marcaron los madrileños. Una banda con un directo muy muy recomendable, tal vez el sobresaliente se queda corto.

Y llegó el plato fuerte de la noche. Ya nos estaba diciendo Fernando de Potencial Hardcore que últimamente se estaban dando unos conciertos de padre y muy señor mío, y no se equivocaba. Además, poder ver a una banda tan grande en un escenario tan cercano como el de Gruta avecinaba sudor y moratones solo de pensarlo. No en vano estaba todo vendido y en la puerta aún quedaba gente preguntando por alguna entrada en la reventa.

Más de 30 años en la carretera dotan a GBH de unas tablas llenas de euforia y adrenalina que se te mete en el cuerpo desde “Unique”, tema de apertura, y que te estalla en las venas como un torrente de violencia en los primeros acordes del “Race against time”. Pogos, saltos, calor y más calor y el bueno de Colin Abrahall embutido en su pose, sus vaqueros y su chupa de cuero, que no se quitó hasta mitad de bolo para mostrarnos su camiseta con una guitarra inspirada en la de Woody Guthrie y su “This machine kill fascists”. Simplemente arrollador.

Temas afilados como “Knife edge”, “Necrophilia” o “Lycanthopy” se te clavan en el alma. Los temas te golpean mientras los tercios de cerveza vuelan hacia el escenario. “General”, “Freak”, “Alcohol”. Es imposible dejar de bailar, los británicos encadenan las canciones y apenas se dieron un descanso porque Scott Preece (batería) había tenido un pequeño percance y estaba tocando con tres puntos en la espalda. Pidieron perdón por la pausa y entregaron las armas en forma de “No survivors” y “Self destruction”. Aunque el machetazo vino con “Sick boy” y “Gimme fire” como no podía ser de otra manera. Cerraron con un demencial bloque compuesto por “Time bomb”, “Maniac” y “Momentum”, en un bolo digno de grandes festivales y que solo unos pocos tuvimos la suerte de ver entre las paredes de nuestro querido Gruta 77.