COLABORACIONES
 Crónica
 
Bar贸n Rojo
  02/06/2017     
  Luis Miguel del Campo     
  Luis Miguel del Campo
  Fiestas, Ponteareas, Pontevedra
www.insonoro.com

Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.

Bueno, no fue así exactamente. A veces la noche me confunde. El que me había hecho dormirme había sido América, el grupo verbenero que le había precedido. Y eso que los chicos empezaron haciendo una versión de “Wellcome to the jungle”, de Guns and Roses, con cierta actitud y pose rockera; algo que parecía apropiado para la ocasión. Las buenas expectativas se desvanecieron cuando atacaron canciones de Umberto Tozzi, Miguel Bosé, Paloma San Basilio… Por citar algunos ejemplos. Eso fue lo que me hizo transponerme.

Salí del sopor en el que había caído al escuchar las notas de un tema muy conocido por mí.: “Hiroshima”. Una canción muy lúgubre pero muy apropiada para empezar un concierto en que el escenario portátil donde tocaba la banda estaba aparcado delante de la tapia del cementerio. 

Recordé que estaba en Padróns, en el concejo de Ponteareas. El grupo que tocaba en ese momento era Barón Rojo; pero no estábamos en 1986. Ni se celebraba la victoria en la Vuelta Ciclista a España de ese año de un corredor de la comarca: Álvaro Pino. “Álvaro Pino. Pino, Pino, Pino”; como le llamaba el súper-pope de la información deportiva de aquella época. Habían pasado más de treinta años desde aquello; y muchas cosas. Todo había cambiado. En el fondo quizá no demasiado…

Ángel Arias había vuelto a dejar el grupo tras la última actuación de la gira por Estados Unidos y ese era el concierto en que debutaba Javier Rodríguez como bajista; con la perspectiva de varios conciertos en la península para acabar de acoplarse totalmente al grupo antes de afrontar la segunda parte de la gira americana en México, Centro y Sudamérica.

Y, como quien no quiere la cosa, Rafa Díaz ya llevaba ya diez años al fondo del escenario, encargándose de golpear la batería del grupo.

  
´Barón Rojo
 

“Al final, perderán”, tema estrella de Ultimasmentes (2006), el último disco que contenía material original e inédito del grupo, fue la siguiente canción que acometieron antes de volver a visitar terreno más conocido por la mayoría de los asistentes con ”Incomunicación”, la cual abría el segundo y, sin duda, mejor álbum del grupo. Aquel grabado en Inglaterra, y también con versión inglesa que les abrió las puertas para tocar en el Festival de Reading y la posibilidad de ser los teloneros de  AC/DC en los países de habla hispana; algo que podría haber cambiado su devenir pero que no se pudo hacer realidad por la imposibilidad de afrontar la cantidad económica que tenían que aportar para tal efecto.

A continuación vino “Fugitivo”, que presentaron como la primera canción que hicieron sobre corruptos, allá por 1996, dedicada a Luis Roldán, el que fuera director de la Guardia Civil durante los primeros años de 1990. “Después ha habido bastantes más…”, concluyó Armando antes de empezar a tocar los primeros acordes. A este tema le siguió “Noches de Rock and Roll”, de 1992. Resulta significativo que interpretaran dos canciones de estos discos seguidas. Son de unos años muy duros para la permanencia del grupo tras la crisis de seguidores de la música heavy a finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 y el abandono del grupo por parte de Sherpa y Hermes Calabria. Años en los que nadie daba un duro por  ellos (entonces todavía manejábamos pesetas y “duros”…) Esas circunstancias debieron de pesar mucho para que no siguiera la formación original tras la reunión de 2010 con motivo del trigésimo aniversario de la existencia de la banda.

  
´Barón Rojo
 

No tocaron “Vampiros y banqueros”, de 1989, que aborda también una cuestión de rabiosa actualidad, sino que correspondiente a este larga duración hicieron, a continuación, “Herencia Letal”, más pausada.

Para acabar el repaso a sus discos de los que el gran público tiene menos conocimiento, interpretaron “Fronteras”, canción de temática también muy actual pero que fue dada a conocer en 2001, en el álbum  con el que sobrepasaron los veinte años de existencia: 20+, que apareció cuando a todo el mundo nos había quedado claro que Barón Rojo iba a seguir existiendo.

Con “Hermano del Rock and Roll” volvieron a terreno conocido por la gran mayoría de la concurrencia y Armando de Castro aprovechó con sus poses y gestos para meter al público más en el concierto. El papel de Armando en los conciertos ha ido creciendo con el paso de los años. Se echa la banda a la espalda, cante él en ese momento o no. Presenta todas las canciones, vive e interpreta todos sus solos con marcado carácter dirigido al espectáculo y, cuando se lo propone, hace reaccionar al público.

Este produjo un estallido de júbilo al oír anunciar “El Barón vuela sobre Galicia”, adaptación del título “El Barón vuela sobre Inglaterra” para la ocasión, que marcó el momento en que los espectadores, sobre todo los de la primera fila, en la que se mezclaban los más jóvenes y entusiastas con los más veteranos seguidores, pasaron progresivamente de estar satisfechos a acabar totalmente entregados, coreando las canciones. Enlazaron esta pieza con “El Malo”, clásico indiscutible del repertorio del grupo, con un fantástico toque de ironía.

  
Barón Rojo
 

Seguidamente la batería de Rafa Díaz empezó a tocar atronadoramente el inicio de “Cuerdas de Acero”, monumento sonoro de “los barones” a la guitarra eléctrica, que fue la siguiente de la avalancha de grandes canciones de la banda que se avecinaba.

La incisiva guitarra de “Las Flores del Mal” se abrió paso a continuación, para continuar con “Hijos de Caín”, un medio tiempo con un largo solo de guitarra.

Tras esta pieza hubo un gesto inquisitivo de Carlos de Castro a Javier  Rodríguez mientras Armando se ocupaba de presentar la siguiente canción. El bajista le contestó con un gesto que expresaba que sí, que se encontraba bien en su primer concierto como miembro de Barón Rojo. Carlos le dedicó un guiño. Y empezó a sonar “Con Botas Sucias”. Siguen tocándola, no porque su resentimiento hacia la discográfica de su primer grupo siga vivo al cabo de treinta y  seis años, sino porque sigue siendo uno de sus grandes temas y así se lo reconoce su público en los conciertos.

Cuando la guitarra de Armando de Castro desgranó los primeros acordes de “Los rockeros van al infierno”, estos provocaron los vítores de los asistentes. Atacaron con fragor esta pieza, que hicieron muy larga, insertando fragmentos de  “Los desertores del rock”, de “Rockero indomable” (sólo la música de en ambos casos) y de “Casi Me Mato” (con el estribillo cantado; aunque apenas dos veces). Luego Armando gritó algo así como “Yeah eh eh yeah” con la intención de que el público lo imitara; algo que sucedió, no mayoritariamente, pero resultó perceptible, tras lo cual recuperaron la melodía y el estribillo de “Los rockeros van al infierno” hasta su final. Y se retiraron del escenario.

Estaba cantado que iban a volver, pues habían quedado sin sonar muchas canciones de las que no pueden faltar en un concierto de Barón Rojo. Demasiadas.

No hizo falta que los asistentes insistieran demasiado para que la banda retomara sus instrumentos y nos entregara los primeros compases de “Larga Vida al Rock and Roll”, primero de seis bises durante los que el público vivió con gran intensidad la música que se les obsequiaba y cómo se les entregaba, pues Armando hacía equilibrios con la guitarra en cada solo y Carlos se mantenía eficaz como siempre.

  
Barón Rojo
 
 

El siguiente bis fue “Concierto para Ellos”, magistral canción, e ingeniosa idea la de dedicarle un tema a las ilustres leyendas del rock desaparecidas. Además, el cercano cementerio lo hacía un marco muy apropiado donde ser interpretada.

De Tommy Barón, su adaptación de la ópera-rock de los Who, ofrecieron “El rey del Pinball”, con grandes arreglos pero que es la obra que menos me interesa de la banda al no ser composición original suya.

Una larga introducción a la guitarra por parte de Armando nos llevó a “Satánico Plan”, otro de los momentos cumbre de Volumen Brutal. Y de los más celebrados y disfrutados por los asistentes.

Hacía unos cuantos años que no los veía en concierto y los comentarios que me habían llegado sobre sus directos no eran muy favorables. Así que esa noche fui a las fiestas patronales de Padróns con la convicción de que posiblemente me iba a tocar certificar el estado comatoso del grupo. Los malos presagios se acrecentaron cuando vi que el concierto se iba a celebrar junto al cementerio. Estaba llegando a la conclusión de que me había equivocado en mis presunciones cuando empezaron a tocar “Resistiré”. En ese momento no me quedaba duda de que lo iban a hacer. De nuevo. Los malos presagios habían resultado fallidos porque quedé convencido de que a Barón Rojo todavía le quedaban muchas horas de vuelo antes de jubilarse. Significativo era que hubieran apostado por un valor joven como Javier Rodríguez para ocupar el puesto de bajista que iba a quedar libre. Prueba de que tenían intención de seguir en la brecha hasta que el cuerpo aguante. La banda sonaba muy bien, estaban en forma y se les notaba con muchas ganas… Lo que sería deseable es que publicasen material nuevo y propio lo antes posible, pues ya se echa de menos.

Para acabar, como no podía ser de otra forma, nos entregaron “Siempre estás ahí”. Fue un emotivo y tranquilo final. Es una canción que te deja el cuerpo con una sensación dulce; y con una sonrisa en la cara.

Había sido un repertorio muy variado, aunque muy decantado al segundo disco del grupo, del que tocaron ocho de sus diez canciones. Siempre habrá a quien le pueda parecer que ha faltado tal o cual pieza en un concierto, según sus preferencias; pero abarcaron casi todos sus discos. Particularmente me hubiera gustado que tocasen “Cueste lo que cueste”, de muy marcado aire a AC/DC y que despide toda la rabia y el coraje que pusieron los hermanos de Castro en aquellos años difíciles en los que se jugaban la supervivencia de Barón Rojo. El caso es que sus canciones fundamentales sonaron todas. 

Cuando desperté, el dinosaurio ya no estaba allí.

El que había vuelto a salir al otro escenario, más grande, era el grupo verbenero. Y yo había vuelto a quedarme transpuesto con ellos; esta vez con la cabeza apoyada sobre la cruz de piedra que asomaba por encima del murete de la iglesia. Decidí que para mí ya había sido más que suficiente con su primer pase.

  
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