Junio ha sido un mes de infarto a nivel de conciertos internaciones en la Sala Jimmy Jazz de Vitoria-Gasteiz, por allí han pasado Hatebreed, D.R.I., Ratos de Porao, Suicidal Tedencies.. una programación fabulosa y constante, como bien nos tienen acostumbrados en la conocida sala vitoriana, además el camino que tenemos que recorrer para llegar a ella nos lo sabemos de memoria.

El pasado viernes 16 de julio, la sala se vistió de gala para acoger el concierto de D.R.I. y de Anestesia, casi colgando el cartel de entradas agotadas, se quedaron a muy poco viendo la cantidad de gente que había, muchos, superando los treinta y pico años.

Buen precio para ver a estas dos bandas, 15€ anticipada y 18 en taquilla, una ayuda para los maltrechos bolsillos de todo amante de la música en directo, en estos últimos meses ha habido grandes conciertos por la zona y muchos internacionales a los que hay que ir sí o sí, además estamos en época de festivales, y ahí uno se deja mucha pasta.

Puntualidad británica para la salida de la banda de Zaratuz, Anestesia, con más de 25 años de carrera, una balda de culto de la escena de metal euskaldun que pasó por la sala de la Jimmy Jazz como un torbellino en su hora de concierto. Aún siguen presentando los temas de su último trabajo de estudio, “Zirkulutik Espiralera”, que lleva varios años en el mercado, esperemos que pronto se vuelvan a meter en el estudio y de cara al año que viene tengamos un nuevo disco.

Salvajes y técnicos, con un sonido abrasivo de thrash metal de inicio a fin, sin parar de mover el cuello y de meternos en los intensos pogos que se formaron como el que no quiere la cosa, un toma y daca donde el poder de los riffs asesinos manda, una cruda base rítmica que se sincroniza a la perfección con los registros vocales repletos de rabia, tonos reivindicativos gracias a Ibon, que pone su impregne sello a todos los temas.

Escuchamos en la primera parte del concierto, “Parasitoak”, “Erantzun”, “Ultrakomnikatzen”, que nos metieron en el concierto rápida e intensamente, una música capaz de tirar abajo cualquier edificio y de elevar la temperatura a límites insospechados, y la verdad es que estábamos en un horno, además el aire acondicionado de la sala parecía estas parado.

Más temas iban entrando en su repertorio, “Zaborra Gara”, “Eutanafrika” o “Epaia”, capaz de ver a un Mikel Kazalis a la guitarra teniendo un contacto directo con el público, gracias a sus reivindicativas palabras en cada mensaje que lanzaba, uno de ellos, en apoyo a la resistencia y victoria del barrio vitoriano Errekaleor, que estas últimas semanas ha vivido constantes enfrentamientos con la Ertzaintza, un barrio que lucha por su supervivencia.

Entrando en la recta final, se hicieron aún más grande con la aparición de sus grandes éxitos, “Gu” y “Agur”, himnos de un legado que aún continúa presente y que nos derrumbó por completo.

Mientras el ambiente se estaba caldeando como las grandes ocasiones lo exige, apareció la banda de Texas, D.R.I, es decir Dirty Rotten Imbeciles, un grupo al que siempre le habíamos visto en festivales, como el Resurrection, pero nunca en una sala de este tipo, una manera familiar y cercada de disfrutar de su música.

Reyes del crossover y thrash, con tonos punk y hardcore, que han sabido esculpir su personalidad y mantenerse como una banda de culto de su género, precursores del crossover desde su nacimiento, 1982, entrando en el saco de otro tipo de bandas como Suicidal Tendencies, Municipal Waste o Cryptic Slaughter.

De la formación original únicamente resisten su cantante Kurt Brecth y su guitarrista Spike Cassidy, a los que se les une Eric Brecht a la batería y Dennis Johnson al bajo, que les hacen rejuvenecer unos cuantos años con una base rítmica envidiable. Pero se mantienen, discográficamente hablando, de sus clásicos, no han sacado nuevas canciones desde el 95 con aquel “Full Speed Ahead”. En estos últimos años han participado en varios recopilatorios y discos en directo para que la leyenda siga vida, y así hasta nuestros días, gira tras gira, pero de material nuevo, nada de nada.

Un show armado con un buen listado de himnos, canciones con una vena sarcástica e irónica, trasmitidas perfectamente, sobre todo gracias a las muecas de Spike Cassidy, todo un showman sobre el escenario, incluso se atrevió a tocar la guitarra por detrás de su cabeza, además era uno de los miembros del grupo que más participó con el público.

Desde los primeros temas, “Problem” o “Pacifuckation”, demostraron su pasión por el punk con sonidos de thrash metal primitivo, pero no fue un concierto dinámico, sino que hubo muchos parones entre tema y tema y parecía que le concierto no arrancaba como debiera, eso sí, los clásicos mandan, como “Commuter Wages” o “Against Me”, que fueron taladrando nuestras cabezas mientras el público iba participando en pogos y demás historias, ante la atenta mirada de Kurt que no paraba de incitar a la peña en crear un Wall of Death, aunque en varias ocasiones el intento fue fallido.

Pocas palabras por parte de Kurt, un tipo huraño, pero poco a poco se fue ganando al público, y su vena de gratitud hacía acto de presencia, en pocas ocasiones le hemos visto así.

Entrando en el ecuador del concierto, sin darnos cuenta estábamos dentro de una montaña rusa, ahora tocaba la parte calmada que parece ser habían dejado para el final del show, un estallido emocional que nos dejó con ganas de más. Todos estábamos contentos, amamos sus canciones, pero se les quiere por lo que hicieron en su día, son una banda de culto. Y finalizando, alzando los estribillos, se tocaron “Who I am”, “Acid Drain” y “Trashard”, un fin de fiesta en el que se llevaron una gran ovación.