Fue todo un estallido de alegría cuando nos enteramos de que una las fechas de la gira española de Status Quo iba a recaer en la sala Rock Star Live de Barakaldo. No era para menos, puesto que no se da todos los días un acontecimiento de tal magnitud.

Un combo considerado como una de las más importantes formaciones musicales del Reino Unido en las últimas décadas, que hoy por hoy sigue luchando por mantener dicho status, una alabada fama labrada desde ya hace mucho tiempo, gracias a su peculiar manera de hacer Rock & Roll y en base a una trayectoria magnifica, repleta de hits, tales como “Caroline”, “Down Down”, “Rockin´All Over The World” o “Whatever You Want”, con los cuales iban despuntándose y aupándose rápidamente a los primeros puestos las listas británicas, en las que se mantenían durante muchas semanas, sin que nadie en absoluto les pudiera arrebatar esa inmejorable posición.

En la actualidad la formación se encuentra inmersa en su gira “Pictures World Tour 2008-2009, 40 Years of Hits”, con la que están recorriendo todo el planeta, dejando buenas vibraciones allá donde actúan. El otro día pudimos comprobar de primera mano que mantienen intactas esos credenciales, esas señas de identidad, con las que se ganaron los corazones de miles de roqueros en la década de los 80, feeling, energía y como no, talento a patadas.

Días antes del evento, aún seguíamos sin creernos que fuera cierto el poder cumplir uno de nuestros mayores sueños, tener la oportunidad de degustar , en todo su esplendor, el ingenio y agudeza musical de estos monstruos del género. Quizás uno de los mejores del año, junto al de AC/DC, como corroboró la afluencia masiva de público, quien vibró con cada acorde y rosario de clásicos que magistralmente interpretaron.

El organizar una gira por nuestro país de una banda de tales características siempre supone un gran desembolso económico, por lo que no les queda más remedio a los promotores que fijar un precio elevado en el valor de las entradas, con el objetivo que al final los números cuadren. Una circunstancia que obligó a más de uno a pensárselo detenidamente, dos o incluso más veces.

Aunque el importe era algo excesivo, después de lo vivido y acontecido esa noche, se puede estimar que un dinero bien invertido. Muchas veces pagamos precios similares por otros artistas y salimos la mar de decepcionados, lamentándonos de haber tirado el dinero por un espectáculo así.

Era impresionante la larga cola que se agolpaba en las inmediaciones de la sala, a la espera de la apertura definitiva de las puertas, cuya media de edad de los allí asistentes rondaba los treinta y muchos. ¡Algo curioso!
En un principio desconocíamos quien era el artista invitado y la verdad pasan cosas muy curiosas en la vida, el grupo telonero se llamaba de la misma manera “El Artista Invitado”, un nombre bastante ocurrente pero que puede dar lugar a confusión y despiste. Nunca habíamos oído hablar de ellos. Se trata de una formación barcelonesa con más de ocho años de andadura y tres maquetas en su haber, en la que milita Jordi Bernat, guitarrista de The Bon Scott Band, un músico con grandes cualidades y que posee en directo un magnetismo arrebatador.

En vivo se hace acompañar de una panda de amigos Alberto Arias (guitarra solista), Cocu Bernat (bajo) y Jose Montoliu (batería), con el objetivo de dar más vistosidad y que las canciones suenen con aún mayor frescura. La pasión incontrolable de su artífice, trasmitida a la hora de cantar, junto a unas alocadas muestras de virtuosismo a la guitarra, poco a poco iban captando la atención de gran parte del sector del público, el resto continuaba indiferente, sin síntomas de reaccionar ante tal descarga de energía. 45 minutos de actuación aprovechados al máximo.

Escasos parones entre los temas, perfecta comunión con el público y un repertorio idóneo para caldear el ambiente, entre otros, “Sensible al Tacto”, “Tarde y Morao",  “Segunda Oportunidad”, “Mi Santa”, “Inútil Sin Referencias”…, composiciones de puro rock & roll, con unas melodías muy pegadizas. Antes de marcharse Jordi se sinceró que teníamos un país muy precioso, dándonos también el correspondiente agradecimiento por la estupenda acogida. ¡Mucho carisma y oficio!

La trayectoria de Status Quo es espectacular según se mire, más de 40 años de existencia, un montón de números uno y millones de discos vendidos. Un aval que a cualquier grupo que se le tercie le gustaría igualar pero que corre el peligro de derrumbarse si la banda no sabe retirarse a tiempo, si los músicos comienzan a mostrar carencias en directo. Yo personalmente tenía ese miedo, de encontrarme a unos músicos castigados y muy envejecidos por su ajetreada y monótona vida pero fue todo lo contrario se mostraron sólidos, animados y felices de continuar en activo, como si vivieran una segunda juventud. Visto lo visto hay cuerda para rato ¡Menuda tralla y energía aún tienen en sus cuerpos!

Antes de que los protagonistas hicieran acto de presencia sucedió algo bastante llamativo y que creo nunca he visto hacer en un previo de concierto, y mira que he estado en miles de conciertos. Uno de sus pipas se encargo de pasar una aspiradora sobre la moqueta extendida en el escenario con el fin de que el polvo no les jugará una mala pasada ¡Que profesionalidad!

Tras esto llegaba el momento de la verdad, la salida de los músicos. En primer lugar sus dos únicos supervivientes, Rick Parfitt y Francis Rossi (Guitarras y voces), este último presentando un aspecto algo más deteriorado, ataviado con su típica vestimenta, esos pantalones vaqueros, camisa y deportivas blancas pero con una condición física envidiable. Después el resto de integrantes, un soberbio y dinámico bajista (John Edwards), un baterista algo escaso de recursos para mi gusto (Matt Letley) y un acompañante de lujo en los teclados, tercera guitarra y coros (Andrew Bown) que lleva dentro de la formación desde el año 1976.

Una intro seguida de uno de sus clásicos “Caroline” dio el pistoletazo de salida a una actuación memorable, que recordaremos a lo largo de nuestra vida con cariño. Una exhibición de lucimiento asombrosa a cargo de multitud de explayamientos y una implicación absoluta, al máximo de sus posibilidades. Reinaba el buen entendimiento entre grupo y público, los primeros compases ya desbordaban la ira del respetable, propagándose sin darse cuenta ese calor indispensable que necesita percibir un artista para sentirse absolutamente cómodo sobre las tablas.

El concierto se disparaba a unos límites insospechados, otro hit, la pegadiza “The Wanderer” nos elevaba a lo supremo, a un estado de jolgorio inconcebible en el que estuvimos inmersos durante casi toda la totalidad de la noche. Su líder Francis Rossi no cesaba de moverse, gesticular y de ganarse el cariño de los de las primeras filas con sus típicas bromas, eso si solo le seguían el juego unos pocos, dado que se comunicaba siempre en su idioma natal.

“Rain” fue como un éxtasis, una explosión de puro rock n´roll, sin trampa ni cartón, un reflejo que a veces la sencillez es también valida para llegar al triunfo, y con el que nos sumergimos en un viaje a esa época dorada, al álbum Blue For You (1976). Aunque el arranque fue de lo más roquero también hubo espacio para el blues rock a cargo de Rick Parfitt, quien cuando tomaba la riendas en las labores vocales lo llevaba a cabo de una manera impecable, “Don’t Drive My Car, “Mean girl” y “Living On An Island”, momentos más relajantes, de una intimidad conmovedora.

El show continuaba sin perder ni una pizca de calidad, las típicas poses a la guitarra, marcando el ritmo, acompañadas de esos riffs marca de la casa seguían cautivando a más de uno. Destacar la polifacética labor de Andrew Bown, quien en determinados temas dejó los teclados para acompañar con una tercera guitarra e incluso adornando algunos con sonidos de armónica. Acertado fue el medley que ejecutaron en la mitad de su actuación, compuesto por grandes himnos, como fue el caso de “What You´Re Proposing”, “Little Lady” y “Big Fat Mama”…, que enfatizó aún más el buen rollo y ambiente reinante dentro de la sala

Envueltos en una atmosfera confortable de abundante magia y encanto enfilamos la recta final. Después de la balada “In The Army Now” turno para un solo de batería de Matt Letley, que personalmente fue bastante pésimo, en mi entender, momento que aprovecharon el resto de los músicos para tomar un respiro en los camerinos. Lo mejor faltaba por llegar “Roll Over Lay Down”, “Down Down”, “Whatever You Want” , “Rockin All Over The World” (la versión de John Fogerty) , en donde la fiesta se adueño definitivamente de la sala, todos saltamos, vibramos y coreamos, sabedores que eran los últimos compases de tal inverosímil actuación.

Pero la realidad fue otra bien distinta, los músicos no querían irse sin rendir un homenaje a Chuck Berry, uno de los pioneros del Rock and Roll de la década de los cincuenta, con “Rock n Roll Music” y “Bye Bye Johnny”, entrelazadas con un trozo del “Junior´s Wailing”. Empapados en sudor les regalamos una sincera y emocionante ovación de despedida. Un adiós que esperemos no sea definitivo sino un hasta pronto. Difícil de olvidar, una leyenda viva, unos roqueros inmortales que siguen haciendo historia