La elegancia siempre ha sido una de las características inherentes a Moebio. Una distinción que en "Victoria" vuelve a aseverarse mediante la búsqueda de belleza, en estado latente, adoptada para la ocasión con un mayor grado de accesibilidad, en cuanto a ritmos y matices sonoros, sin reñir en absoluto con su alto nivel cualitativo. Si con "Geometría Del Alma" conquistaron los corazones de un amplio sector de la crítica musical, con éste no les costará demasiado mantener aquel estatus de complacencia, ya que han empacado un disco brillante, erigiéndose en digno sucesor. Unas canciones de trazo más suave, que no por ello más flácido, en las que sigue destacando la presencia de epidérmicas líneas melódicas.
Es difícil escribir un disco como éste en pocas palabras. La cantidad de variables que incurren no se pueden sintetizar en las pocas líneas que dispongo. Solo basta poner el play y escuchar "Todo Lo Que Soy" y cerciorarse del estado de gracia por el cual está pasando la banda, una madurez musical bien desarrollada. Un tercer trabajo que sorprende por su calidad sonora y no exclusivamente porque cada elemento está cuidado al detalle sino por la manera de utilizar los sonidos, el uso de recursos frescos y diferentes que escapan de la obviedad de una forma natural y poco explicita, melodías absolutamente impregnadas de aura, magia, encanto y mensaje para llegar al corazón "Todos nosotros tenemos que encontrar esa victoria en nuestro día a día, que es lo que nos completa, nos alimenta y nos define como persona".
Aparte de su mejor disco hasta la fecha, un trabajo de mayor fluidez, de una mayor compenetración entre las distintas partes del grupo, sobrado de momentos ocurrentes tanto en las melodías como en la instrumentación ("Milagro", "El último Día","Sigo Al Sol", "Renacer"...), que encuentra su cualidad más importante en el hecho de haber sido escrito sin más pretensión que la de crear música sincera y desde el alma, sabiendo transmitir tales sensaciones al oyente, composiciones con un alto contenido emocional y musical en donde la luz y los sueños tienen un lugar protagonista. La voz de Héctor te arropa y sigue emotiva en los tiempos lentos, radiante como el sol del mediodía, estableciéndose en un paraje siempre entregado a una ambivalencia de esencias que baña cada canción en diferentes tintes (Sensibilidades Technopop, Pop rock crepuscular, afinación por los matices rítmicos y melodiosos y sentimientos que elevan nuestra alma al cielo, canciones de rock-metal que se saltan las barreras del tiempo, teniendo en su firmeza sonora su base y sustento...)
Todo tiene cabida dentro de un mismo conjunto férreamente cohesionado. Una gran riqueza argumental, una base rítmica que pretende ser colchón elástico, permitiéndoles atacar con tonalidades envueltas bajo una profundidad, intensidad y emoción que embarquen literalmente al oyente en un camino sin retorno, en encontrar esa victoria en nuestro día a día, que es lo que nos completa, nos alimenta y nos define como persona, a través de la recreación de ambientes con vistoso contenido, decorando las costuras con delicados detalles, una complicidad plena de armonía vocal de la mano de Barei en el corte "Sueños de Cristal", guitarras rabiosas en su contención en "Renacer", "Nuevo Mundo" y melodías con una ráfaga luminosa que evocan pensamientos inconfesables "Almas Paralelas", "Una Vez Más" y la absoluta felicidad "El Relieve Del Mundo", a través de una producción que apuesta por la resonancia magnética del mismo modo que cuando el ácido y el azúcar entran en contacto consiguiendo buenas reacciones. Y quizá ése sea el gran secreto de este disco.
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