Una noche más en la dinámica Porta Caeli, la verdad es que llevamos unos meses disfrutando de importantes grupos en esta sala, cosa que es de agradecer, se echaba de menos en Valladolid la variedad de conciertos que hay en otras ciudades. Recibíamos esta vez a los navarros Koma, muy esperados. Ya se hablaba antes de la fecha de la buena venta de entradas anticipadas y yo llevaba días pensando que la sala y el escenario se les quedaría pequeño a quienes considero unos grandes. Mi duda quedaría más que resuelta, la respuesta me la encontré de frente rato más tarde. No había invitados ni se esperaba a nadie más que a ellos, así que minutos antes de la hora anunciada nos plantamos en la sala, que con un orgulloso “entradas agotadas” en la puerta que dejaba a unos cuantos con las ganas. El escenario preparado, iluminado, vacío y el público entonando de vez en cuanto algún cántico impaciente nos metía aún más las ganas en el cuerpo. Se hicieron esperar un poco, les vimos a su llegada cruzar la abarrotada sala y por fin, cuarenta minutos más tarde de la hora prevista sonó la intro que abre el nuevo disco, es entonces cuando los cuatro protagonistas de la noche pisaron las tablas y enlazaron esa intro con “Sin oxígeno” y “Los Idiotas”, dos de las nuevas, rabiosas a más no poder, seguidas de “Imagínatelos cagando” y “Jipis” haciendo la primera leve pausa para presentarse al público pucelano. El concierto fue una gran tormenta, derrochando fuerza, contundencia y sin apenas pausas fueron desgranando un repertorio formado por muchos de los temas más que conocidos de la banda junto a los incluidos en “La Maldición Divina”, que cumplía esa noche un mes de vida. Así continuaron con “Blancos de los nervios”, “No te lo tomes a mal” con un estribillo que entra a la primera y “¿Quién sobra?”, donde se contraponen una divertida melodía de inicio y una dura crítica a la religión en la letra. |
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Con un nuevo look, cambiando los trajes que les acompañaban desde Sakeo por algo más heavy, la descarga siguió con las populares “Vaya carrera que llevas chaval”, en la que, como siempre, todos toman partido en la voz, “El pobre”, directa y subiendo las revoluciones del público y “El muro de Berlín”. Después de tres trallazos de este calibre la temperatura de la sala había subido aún más, por si una sala llena no era suficiente para caldear el ambiente. Para continuar con las nuevas optaron por “Patrón a seguir”, “Me vacío”, la versión de “Bagare” de Gontzal Mendibil en euskera, incluida también en “La Maldición Divina”, y “El exorcista”, muy bien recibidas por los asistentes que demostraron la buena acogida de su nuevo trabajo. Para dejar hueco a los nuevos temas, otros han tenido que abandonar el repertorio pero hay algunos que son inamovibles, buen ejemplo los que siguieron, la robustez de “Jack Queen Jack” y la guasa festiva de “El sonajero”. Los pogos y los saltos eran constantes, la actitud de todos activa y guerrera, la sala era realmente un hervidero, una piscina, como bien dijo el propio Brigi. Y continuó la juerga con “Protestantes” y “Bienvenidos a Degüelto”, acercándose peligrosamente al final (de la primera parte) que remataron acertadamente con “Tío Sam”, abandonando después el escenario. Sabiendo que el espectáculo no podía terminar así mantuvimos la respiración unos minutos, no se movió ni un alma esperando a que de nuevo Rafa, Brigi, Natxo y Juan Carlos, que pasó la noche sin camisa y ahora ya salía sin pantalones, hiciesen acto de presencia. Estaba claro que aunque hubiésemos alcanzado el punto de ebullición nadie quería perderse el fin de fiesta, así que se retomó el espectáculo donde lo habían dejado, con la misma velocidad, al mismo ritmo, como si no hubiese existido pausa alguna. |
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Sería imposible no incluir la inmejorable “Sakeo” en el repertorio, potente y contagiosa al mismo tiempo, justo antes de un popurri compuesto por “El Marqués de Txorrapelada”, “Aquí huele como que han fumao”, “Mi jefe” y “El infarto”, buena elección, para que quedarse solo con una pudiendo enlazar un trozo de todas ellas. Y como no podía ser de otra manera, “La almohada cervical” rebosando el sarcasmo al que nos tienen acostumbrados, y con más de una sudadera de Judas Priest por las primeras filas, dio por finalizada la calurosa noche, con todos los presentes, desde el primero al último, empapados literalmente en sudor. Buen recuerdo quedará en mi memoria de esa noche, en la que además de ver por primera vez llena hasta los topes la Porta Caeli comprobé que Koma tiene todavía muchas cosas por decir. Disfrutan como siempre y suenan como solo ellos saben hacerlo, son un grupo con una personalidad propia, que se reinventa a cada canción, que improvisa, que se arriesga, pero que siempre suena a ellos. Estoy aún por ir a un concierto en el que Koma no me convenza para verlos de nuevo, porque esta vez volvieron a hacerlo. |
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