Una a una fueron vibrando las canciones del “cuatro discos de platino y una de oro”. “Pangea”, “Spectrum”, “Four Graves”. La vibración fue lo que más sintió el público. No solo por la intensidad y entrega del cuarteto, sino por los continuos fallos de sonido.
Más allá de los constantes acoplamientos de sonido, causados entre otras cosas por la proximidad entre los equipos y la propia potencia de los mismos. El sonido de la batería eclipsaba continuamente al resto de los instrumentos y voces. Voces como la de Cristina Llanos, que aunque audible, quedaba muy por debajo de lo esperado por culpa de la mala ecualización.
Su hermana Amparo tampoco se libró de los problemas. Además de haber estado eclipsada por la caja rítmica, su micrófono y guitarra perdieron el sonido varias veces durante la actuación.
Respecto a la iluminación, predominó un rojo demoniaco que, aunque iba a juego con la temática del tour, mimetizaba a los componentes con el telón bermejo que cubría el costado de la tarima. Sin embargo, poco parecían influir estos contratiempos en el transcurso del concierto y menos aún en los ánimos de la gente, que cantaban todas y cada una de las letras y no se perdían ni una de las palabras de agradecimiento de Amparo.
Sin recurrir a palabras malsonantes, el Castellano no contempla término alguno capaz de expresar el nivel de excitación que se vivió en el concierto cuando llegaron las canciones más esperadas y que más repercusión han otorgado a Dover.
Hablamos de “DJ” y “Serenade”. Estos temas, que además de intensos sinceraron a Cristina, que dedicó unas palabras de agradecimiento.
Este especial concierto para Dover fue aprovechado para contar algunas intimidades y curiosidades sobre la formación. Datos típicos de un making of sobre las historias de sus canciones y su manera de componer. |