Un sábado más nos acercamos hasta el Black Bird Club de Santander para disfrutar de una velada de buena música y también para reírnos a gusto durante un rato. El culpable de ello fue una única persona, Riki López.
Nosotros nunca habíamos tenido el placer de coincidir con el mallorquín, pero sabíamos que esa era la tercera visita a la tierruca, y Riki se ha hecho más amigos que enemigos, así que la sala estaba bastante llena.
Con un humor de calle, de historias cotidianas y rocambolescas y con la ironía y la sinceridad por bandera, Riki se llevó al público de calle consiguiendo entre canción y canción, con sus monólogos, que los allí presentes no parasen de estallar en carcajadas.
Riki López
Riki López tiene un talento natural tanto para hacernos reír como para componer sus historias satíricas y hacerlas canción, por eso resultaba complicado decantarse al final por la música o por los monólogos, y tampoco nadie nos obligaba a hacerlo, así que destacaremos que la fusión de ambas cosas hizo que la actuación fuera sobresaliente.
El cantautor logró empatizar con el público a la perfección y caló hasta los huesos a todos los presentes con sus monólogos y con sus temas. Alguno de los que pudimos escuchar aquella noche fueron “Cita con una musa”, “Contradicciones”, “El tío más flojo del mundo”, “Cibeles no conduzcas” (que afirmó que era una historia real), “Mantis atea”, “Madre no hay más que una y me tuvo que tocar a mí”, y para rematar la faena “Dios de la humedad”.
Yo personalmente hacía tiempo que no me reía tanto, y parece que después de la actuación de Riki uno sale a la calle con otra cara, con mejor humor y como si se hubiese quitado un peso de encima. Fue un gran acierto el ir a ver a Riki López esa noche y seguro que repetiremos la próxima vez que se acerque al norte.