“No quiero empates”, esta frase, fue uno de los primero reclamos que me hizo describir su música, hoy es una de las bandas sonoras de mi vivir, de los momento buenos, de los menos malos, de mi barrio de extrarradio, de mi primera vez con la guitarra en aquel parque. Y es que, en cierta manera, ese es el punto de partida de la música del bueno Alfonso Caballero Romero, más conocido como Poncho K, canciones del día a día.
Pero es que Poncho es mucho más que un chaval que hace canciones, digamos que las esculpe. Gracias a las seis cuerdas crea volúmenes y conforma espacios, ayudado de una prosa y el verso talla sus formas, apoyado de la metáfora y las hipérboles como respaldo. Poncho K ha creado un nuevo concepto de la poesía de barrio, perteneciente a la generación de Poetas de Cañería (Kutxi Romero, Chaouen, Juanma Iratxo… etc) de versos que huelen a tortilla de bar, de los que se escriben en servilletas o en la puerta de cualquier servicio. Y si a todo esto, le sumamos su procedencia, la misma que los hermanos Quintero y Machado, la Sevilla de extrarradio, la Andalucía peleona de Caparros, la tierra de los poetas. Tenemos como resultado seis obras de arte en forma de disco y dos grandes libro, de aquel muchacho con cara de niño que un buen día ficho por Sony, para nunca perder su honradez y su identidad.
Como todo en esta vida, llegábamos la final de la gira de "Caballo de Oro", su último disco, y que mejor que dejar una reseña, una huella, en forma de disco en directo. Madrid iba a ser la ciudad afortunada, el escenario de la sala But, la de la Calle Barceló (Por cierto, y a quien corresponda, DEJAD DE CAMBIAR LOS NOMBRES DE LAS SALAS!!! flaco favor para los que tenemos la memoria de los peces).
Poncho K
En el escenario un banco, una farola, un columpio, una bicicleta y de telón una maraña de antenas y sus correspondientes edificios de cualquier ciudad. Era una gran noche y que mejor que hacerlo, o por lo menos recrearlo, donde nacen las grandes canciones, los magnos amores, en un parque. El cual a las nueve y media en punto Rakel Winchester, balanceándose en aquel columpio, nos desgranaba los primeros versos de “La cuenca” caía la noche en aquella alameda tan transitada y saliendo de esa oscuridad y dirigiéndose al centro del escenario… el dueño de tu boca de aguardiente… Poncho K, era su noche, su cara lo indicaba y a partir de ese momento, en aquel parque sin jardines ni vecinos, resonarían la vida y obra del sevillano, con “De ninguna parte” las piernas comenzaban a moverse, la rabia incandescente de “Punky Gitano” y con la antesala de “Te digo que no te vayas” llegaba la gran “Borracho de la madrugá”.
Con este gran comienzo uno solo puede esbozar una sonrisa motivada por lo significativo de la cita, lo importante que supone las canciones que estábamos escuchando dentro de nuestras historias cotidianas, por lo menos del que suscribe. Un pequeño respiro y seguíamos adelante, y siempre con la oscuridad como principio de todas y cada una de las canciones, tocaba despegar los pies del suelo con “Romper a volar”, la contundencia de los primero pogos con “Cuando deje de vivir a la intemperie “y “Quien aparará?” . Momento de presentar al segundo invitado con “El último sol” Rubén Pozo y su telecaster amarilla daban luz a este último sol, grande el ex de Pereza. Dios no sabemos si muere o no, pero lo que está claro que las “Corrientes Demolientes” nos dejaron perplejos, con la batida y la energía que atesora esta canción en directo. La noche era de fiesta, la algarabía de aquel parque era más que evidente y sobre todo con el sonar de “Los niños de la boca torcida” a la que le siguieron “Un perro como tú” (Nos faltó el gran Albert Plá) y “Carnívoro Cuchillo” concluyendo, a ritmo del pasodoble de “El Bicho” para llegar a otra pausa.
El banco de este bonito parque, tomaría el protagonismo que se merece con la presentación de Ernesto Guilmain, el ex de los canallas y toda una vida con Poncho K, como el mismo contó. Ambos fieras interpretaron “Laureles” a ritmo de flamenco, nos recordaban las numerosas tardes de banco, litrona… en las cuales se llegaron a gestar cuantiosas de las canciones que hoy estábamos escuchando, sin duda el momento más emotivo de la noche. Si dejar el banco, el siguiente invitado era Carlos Chauen al duende de su guitarra con “La tarde viajera” llegábamos al final de esta tarde noche de parque con “Arrebatos de Primavera”, “Pistolas” y la genuina oda en contra el bullying “Manolito”, seguíamos con “la Llorona” y los “Pescaitos” del genial disco Cantes valientes, el mejor reflejo de cómo es Poncho, valentía en sus letras y genialidad en sus canciones.
Poncho K
Llegaba la gran sorpresa de la noche, comienza a sonar “Mentiras de sal” y de aquella sombría oscuridad, que se escondía detrás de aquel banco, aparecía Manolo Kabezabolo, genio y figura, poco movimiento eso sí, pero es que Manolo es un pseudo dios en la escena Punk, y solo por eso, se le perdona todo. Escogiendo, en su día, el mejor corte, una canción a su medida, la cual interpreto magistralmente. Con la retirada de Manolo, encabezábamos el final con “Al Marchar” y “Verborrea” con Vito (Sinkope), sinceramente el mejor final que podíamos imaginar.
Y así nos despidamos de ese parque en el que Poncho K ha dejado una muesca en ese banco, una señal, como la que dejan los enamorados en los árboles, que será para los restos. La cual, no ha sido por suerte, sino un ejercicio de justicia, llegando a aquí gracias a esfuerzo y dedicación. Como la misma que siempre ha tenido para medios y al imprescindible público.
Agradeciéndole a él y a la organización el trato de aquella noche. Deseoso de que le pongan tu nombre a mi parque favorito, nos queda el consuelo y las ganas de escuchar y ver el resultado de ese DVD, pero esto será otra historia, que seguro que no será un empate, la cual, la tendremos que contar como se merece.