Witchtower y Lygium acompañaron a Obús en una velada intensa en la que los consagradísimos músicos madrileños dejaron al público gasteiztarra con ganas de más.

El pasado sábado 2 de abril nos acercamos a la sala Jimmy Jazz de Vitoria-Gasteiz para presenciar lo que iba a ser una gran fiesta del rock nacional. Y es que aunque el plato fuerte de la noche iban a ser los legendarios Obús, la cita nos iba a regalar grandes momentos con los locales Lygium y los jienenses Witchtower.

Cuando restaban escasos minutos paras las 20:00h. la velada comenzó con la banda de metal Witchtower sobre las tablas. Los de Jaén, pese a la escasez de público, se marcaron un show vibrante desde el arranque y el cuarteto en líneas generales apuntó muy buenas maneras. Pudimos comprobar que la juventud de bajista y  guitarrista se adaptan a la perfección con la veteranía del batería y del  vocalista y fundador de la banda Víctor M. De la Chica. Y juntos forman un gran equipo que demostró su afinidad sobre el escenario.

La formación andaluza cuenta con un EP “Return to the Witches’ Castle” y un LP “Witchtower” publicados y recientemente ha anunciado que este verano grabará su nueva obra. En su bolo en la capital vasca los chicos de Witchtower, que se mostraron altamente agradecidos durante toda la actuación, interpretaron entre otras "Emergency", "Shoot the bomb" o "How many miles" .

Tras ellos, saltaron a las tablas los gasteiztarras Lygium, cuyo guitarrista es Mariano Romero “Rulius” (Dinky Dau), un viejo conocido de la escena rockera de la ciudad. El resto de la formación la componen Alberto Hernando a las voces y el bajo, Jose Iglesias a la guitarra y Alberto Urrutia a la batería.

A pesar de la escasa entrada que presentaba la sala en ese momento, se pudieron distinguir entre el público un puñado de seguidores de la joven banda, llegando a corear temas como “Lágrimas de sirena” o “Noche de sangre”, uno de los cortes más esperados. Fueron en total 9 temas los que sonaron, dejando un especial buen sabor de boca el último de ellos, “Dorian Gray”. A pesar de ello y de las buenas intenciones de la banda, el ambiente no llegó a caldearse del todo, y se notó en ciertas ocasiones la juventud e inexperiencia de la banda. Fue un show correcto pero con poco gancho, y se echó de menos una comunión más estrecha entre banda y respetable. Tienen mucho recorrido y margen de mejora por delante, pero estamos seguros de que podrán hacerse un hueco en la escena local muy pronto.

Finalmente y tras los minutos de rigor para preparar el escenario, hicieron su aparición triunfal Fortu y sus secuaces. Era Paco Laguna el primero en hacer su entrada, fiel a su estilo: Chaqueta de cuero, guitarra distorsionada y al lío sin prolegómenos. Segundos después de que “Juego sucio” empezase a sonar, Fortu comenzó su particular show destilando esa actitud de estrella de rock a la que nos tiene acostumbrados. Parece que ni sus polémicos pasos por programas televisivos, ni su espectacular cambio de imagen, han hecho mella en la atmósfera de la banda.

Ante un aforo mayor que en los dos anteriores shows, aunque no demasiado excesivo, los madrileños fueron desgranando uno a uno sus grandes himnos, archiconocidos por todos los allí presentes: “Más que un dios”, “Necesito más”, “Pesadilla nuclear”, “La muerte” y “Que te jodan” fueron los temas elegidos para la parte inicial del espectáculo.

Llamaba la atención que la banda no llevó prácticamente equipo propio, ya que hasta la batería utilizada fue la de la anterior banda (Lygium), serigrafía de los bombos incluida. Tampoco Fortu pareció entrar en calor hasta bien entrada la noche, hacia la mitad del espectáculo aproximadamente. Eso sí, una vez que la banda engrasó correctamente la maquinaria, lo dio todo en el escenario y me veo en la obligación de romper una lanza en favor de las cualidades vocales del frontman: Su voz sigue sonando exactamente igual que hace veinte años, y no parece costarle llegar a las notas más altas.

Seguía la fiesta con “El que más”, “La raya”, “Autopista” y “Complaciente y cruel”. Estábamos presenciando un concierto rápido, sin descanso prácticamente entre tema y tema, con un buen sonido y un público entregado. Quizás no había miles de personas, pero eso sí, los presentes eran acérrimos seguidores del grupo y lo demostraron en cada tema.

La parte final de la noche nos iba a deparar los mejores himnos: “Corre mamón”, “Dinero, dinero” o “Va a estallar el obús” hicieron enloquecer a los asistentes, que dieron hasta el último aliento coreando los famosos estribillos. Tras una presentación de toda la banda, incluyendo las habituales piruetas de Fortu, cerraron el concierto con la de siempre: “Vamos muy bien”. Sin bises y tras repartir baquetas y púas, la banda se metió en camerinos y nunca más regresó.

En definitiva una buena fiesta para un puñado de privilegiados, buen ambiente y oportunidad para un par de bandas jóvenes como Lygium y Witchtower. Lo peor, quizás, la corta duración del espectáculo de Obús, que parecieron ir a cumplir. Sin embargo no se puede negar que saben lo que hacen, y son un seguro en cuanto a sonido y potencia. Directo arrollador, divertidos y profesionales, pero con poco mimo en comparación con anteriores citas con su público en la misma ciudad.