El sábado 16 de marzo el plan está en Riojana Rock de Barakaldo. Al local sólo le permiten desde las instancias gobernantes una actuación por mes y Edurne, quien está al frente de este bar que ha visto crecer a generaciones completas (incluyéndome a mi), elige con cuidado su programación. El mes de marzo es para El Cuarto Verde, desde la Rioja.

Pongamos en antecedentes. Una banda con unos trece años de recorrido, una maqueta y cuatro álbumes de estudio. El último de ellos sacado en 2018: "Siete pecados capitales". Cuatro miembros (dos de ellos de Los Pirris), suben al reducido espacio desde el que dominan la estancia. Luces en tonos cálidos y compromiso en el ambiente: en este local se hacen las cosas con mucho cariño y es obligatorio reseñarlo.

Arranca la actuación con "Culo de mal asiento" y continúa con "Jako". Dos temas de "Metroglobina", disco grabado en 2015. Ambiente joven (y no me refiero a la media de edad) y abierto, la música de El cuarto verde es para personas que no están dispuestas a ser encasilladas en un gusto musical. Continúan con dos cortes del "Siete pecados capitales": "Soberbia" y "Avaricia", y a partir de aquí me niego a hacer una crónica que se limite a enumerar un set list. No se lo merecen.

Tienen gracia, desparpajo, descaro, frescura y por supuesto, calidad musical. Pero no, me quedo corta. Un concepto me ronda la cabeza y no consigo ubicarlo con palabras. Quizás tenga que ver con la idea de que hacen lo que les da la gana en todo momento, según sale, sin pensar en cómo va quedando, y esta actitud intuyo que no es exclusiva del momento. Ahora si, por ahí van los tiros. No vienen a hasta Barakaldo para tocar sus temas, vienen para revolucionarlo. Nos ponen a bailar literalmente con "Baila, aunque sea mal", y en "Pereza" le dedican el concierto a la única niña que hay entre el público añadiendo un "por las nuevas generaciones" con la misma frescura y naturalidad que desprende la cara de la aludida.

Un tema, y otro, y otro más. Se hace ligero, bailable, desenfadado. Pero en ningún momento hueco. Sobra la personalidad y la potencia. Pensemos en el concepto de juventud y lo que conlleva: esa actitud de comerse la vida pase lo que pase, creer en las propias convicciones y actuar por y para ellas hasta las últimas consecuencias. Vamos a añadirle los surcos en la piel que deja la experiencia, el tiempo. "En mis bolsillos rotos caben bien fracasos, años gloriosos". Ese es el punto que se desprende entre canciones. Lo hacemos nuestro en cada nota, cada estribillo.

"La caja de zapatos", "Hazlo". Y empiezo a pensar que si tengo que llevarme un mensaje de todo esto, es que precisamente no hay mensaje. Nunca lo hubo. Solo una colección de experiencias que te llevan de un lado a otro, y sencillamente es genial. Aquí y ahora. 

Cierran el concierto y cuento diecinueve canciones en hora y cuarto. Sigo con la sensación de que algo se me ha escapado, de que no he sido capaz de plasmar del todo lo que El cuarto verde transmite. Por si acaso añadiré que el ambiente tras el bolo era de energía y buen rollo. Eso que me llevo, yo, que antes de llegar Barakaldo cantaba "...y hoy, que no quedaban libros de Bukowski ni Panero entre nosotros, quise huir...". Hasta otra.