Las noches de despedida suelen tener un viso de tristeza que se te pega como un chicle en los vaqueros. Aunque en este caso no percibí, ni en mi persona ni en el ambiente, ese tipo de sentimiento. El éter donde la noche latía era otro, emoción tal vez, expectación en algún grado extra al normal, pero sobre todo ganas de pasarlo bien, siendo conscientes de que la noche iba a dejarnos una huella en el tiempo de nuestras memorias de difícil destierro. El show tenía marchamo de gran pedigrí.

Si dices Enrique Villarreal, tu mente lo traduce por El Drogas, que a su vez se transmuta en otros nombres, que todos tenemos en mente, que es como una trinchera contra la mediocridad. Puede cambiar de traje, hacer su apariencia más dura o más pseudo romántica con destellos de pirata canalla, de dandi del extrarradio o de cualquier personaje del que se quiera pintar. Sea como fuere, su honestidad saldrá por cada poro de su cuerpo mezclada con el sudor de su actitud inquebrantable.

Con la quijada inquieta, la voz firme y los pulmones a toda máquina El Drogas mató al silencio. Okupación fue la primera, pero no la única de las canciones que saca a pasear en el directo del vagón de carga de Barricada. En este sentido se pudieron oír, entre otras, En la Silla Eléctrica, Barrio Conflictivo, Víctima o, cerrando el bolo, En Blanco y Negro. 

Con un sonido envidiable y una puesta en escena con la pátina del tiempo y en buen hacer de un animal de escenario consiguió que nos dejáramos la voz en la mayoría de los temas. Bien es cierto que los temas de Barricada fueron los más aclamados, circunstancia que entiendo por una media de edad cargada de la nostalgia de un tiempo que ya no está, sin haberse ido del todo. Cayó también algún tema de Txarrena como Empujo Pa´ki y un guiño a Cicatriz en Aprieta el gatillo.

Un concierto vibrante donde no tuvimos ni un respiro, cosa que se agradece, que demuestra muy a las claras el momento dulce por el que atraviesa y del que deseamos no salga jamás. Hacen falta muchos El Drogas, y eso admite poca discusión.

Acabado el aperitivo, que tenía mimbres de plato principal, todo se reorganizaba para el comienzo de La Polla Records. El impás entre el cambio de parafernalia y el comiendo del artista principal suele ser un buen momento para regar el gaznate con ese líquido dorado y frio que tan bien sienta. Por desgracia algunos decidieron que era mejor, ni punto de comparación, intentar llegar a la pista desde las gradas agrediendo al personal de los pasillos. Igual alguno piensa que es punk, muy punk, pegarle a un obrero. Esos punks, muy punks, erran el tiro y dan vergüenza al movimiento. El enemigo no estaba allí. Si quieren alguna medalla hay mucho neofascista por las calles levantando la vox.

Pasado este altercado, que estuvo a punto de dejarnos sin concierto, empezó lo bueno. Evaristo y el resto de La Polla atronaron el escenario con Salve. Nada mejor que una buena plegaria para aplacar al maligno. Como no podía ser de otro modo, la voz del escenario y los gritos del público se hicieron uno al tiempo que, en un extraño milagro, vasos de cerveza y efluvios bucales levitaron propulsadas en distintas parábolas para terminar impactando contra casi todo.

Recordando algún concierto de hace más de veinte años, nada nuevo bajo los focos, aunque mucho más liviano ahora. El paso de los años no ha apagado la potencia de la música ni de unas letras vigentes, a mas no poder, haciendo difícil identificar el momento temporal en el que estábamos inmersos.

Me habría gustado que canciones como Cara al Culo o No Somos Nada y muchas otras fuesen una anécdota, pero por desgracia habrá que trabajar mucho para que el repertorio de La Polla se adhiera a la obsolescencia. No sería fácil entender la historia del rock patrio si estos temas contestatarios, revolucionarios, esclarecedores, sinceros y necesarios.  Cargados de razón, que ponen el dedo en la llaga del despropósito que nos gobierna, expresados a través de un payasismo que solo endulza la forma, para señalarnos el fondo en apenas dos minutos de crudo realismo social.

Por nombrar alguna de las canciones que sonaron, todas con la energía y enjundia características, pudimos oír y disfrutar de Los Monos, Punkifer, La Solución Final o, ya en los dos bises, Cara al Culo y Odio a los Partidos (igual que yo) para terminar una noche aquilatable a todas luces.

Una pena que el cuento esté llegando a su fin, aunque muchos no hubieran apostado a que llegaría tan lejos. Ojalá la suerte os acompañe allende los mares en el resto de la gira y puedan pukintificar bien aquella parte del mundo. Ya sabéis …Quieren identificarnos, tienen un problema…