Este segundo concierto  de Marea en la ciudad condal, en este año, nos dejó una noche con pleamar de rock crudo y visceral. Los navajazos de realidad de cada canción son puñales que se clavan en las entrañas de todo aquel que tiene corazón. En eso Marea no tienen rival, saben como nadie remover las entrañas, pero todo comienza por un principio.

La noche cerrada ya y generosa de frio prometía ir calentándose minuto a minuto a base de emoción. La zona se iba llenando de almas que trenzaban un bullicio creciente. Al comienzo del concierto de Luter, no estaba el pabellón en sus mejores números, que irían mejorando poco a poco. Curioso también que hubiera una zona castigada con un gran telón negro que cubría el fondo opuesto al escenario. No hace tantas fechas en ese mismo sitio, en el concierto de La Polla Records y El Drogas, no había rastro de ese pañolón oscuro al que aún no le encuentro sentido.

Mentiría si dijera, aunque solo fuese una vez, que conocía de algo a Luter. No sabía de su existencia y creo que eso ocurría con casi el 100 % de los asistentes. Salvando las distancias y sin entrar en comparaciones, ni ánimo de crear polémica, el estilo de Luter se sitúa en un punto indeterminado entre el triángulo que formarían La Fuga, Sinkope y Transfer. Un rock callejero y resultón, bien trabajado y presentado con oficio que, a oídas de un desconocedor de los temas, parece un tanto plano. Como litografías de una misma canción en la que da la sensación que podrías coger un trozo de una canción y pegarla en otra sin menoscabo de calidad, ni de alteración apreciable.

Una vez Luter abandona el escenario llega el turno de los bandoleros navarros.  El show comienza con fuegos de artificio que a Marea le quedan artificiales. ¿De verdad necesitan ese tipo de parafernalia? No pretendo que nadie me de la razón, pero pienso que ese tipo de adorno no encaja en su idiosincrasia. Justo después el arranca con fuerza En las Encias, pistoletazo de salida para mas de dos horas de rock y primera de las tres canciones a las que te dejan hacer fotos (tras firmar un documento vergonzoso), perdiendo otros  tres temas  yendo a dejar la cámara en la consigna.  Mientras, todo el mundo puede seguir con sus móviles, capturando la realidad a placer.

Alguien debería revisar estos protocolos, alguien debería escuchar y comprender. Sinceramente no se de donde parten estas exigencias y no culpo a nadie, pero es una realidad que hay que señalar antes de la decadencia profundice aún más. 

Cuando por fin uno puede centrarse en lo realmente importante, te das cuenta que Marea sigue siendo un caballo salvaje en el escenario. Canciones que te aceleran el pulso a punta de navaja. Sonaron casi todos los temas del último disco El Azogue, que a decir verdad es un disco que gana a cada escucha y fiel continuador de la esencia de Marea. El Kutxi, talante patriarcal, bastón en mano, actitud inquebrantable al paso del tiempo, sigue cultivando su voz cazallera, entre pelotazos xl y pitillos que hace cenizas en segundos.

Tuvo a bien enseñarnos el pandero en un par de ocasiones. El karma, siempre avizor, le devolvió el gesto haciendo un nudo gordiano con sus calzoncillos y la consecuente incomodidad en el perineo. Situación oportuna para que El Piñas tomara la voz en Pecadores y Trasegando. A la vuelta del patriarca, ya recompuesto, tocaron Jindama, con Luter. El Kutxi le mostró admiración y respeto, y el cariño mutuo se hizo notar en forma de besos por todo el escenario. Creo que estos gestos les honran.

Hubo otro homenaje, lo llevan haciendo en toda la gira, y es ni mas ni menos que a Los Suaves, tocando Preparados para el Rock and Roll. La sombra del Yosi da buen cobijo y es, afortunadamente, muy alargada. Aunque la versión no quedara bien del todo, se agradece mucho.
Y como todo que empieza tiene un final, las dos últimas canciones fueron El Perro Verde y Marea, que evidentemente no podían faltar en un concierto potente y sin fisuras ni altibajos, de una banda que canta como nadie al sudor del bracero, a las penas del de abajo, al esfuerzo de los condenados por el sistema, al corazón del pueblo, a razón social, a la verdad encerrada en poemas sacados de la experiencia y de las asaduras. Quienes hemos sentido el frio del jornalero andaluz tirados sobre la escarcha del olivar sabemos la verdad que hay en sus canciones.

Que no pare la poesía compuesta a cara de perro, que las guitarras nunca la dejen sola, que continúen vivos los vapores de Miguel Hernández, que no pare la batalla en la voz, que siga subiendo la Marea.