Corre un frío finlandés por las calles de Malasaña. El cuervo blanco presagia un invierno eterno, y nos dirigimos a la sala But ante la promesa de algo de ruido que nos haga entrar los huesos en calor. Crim llegan desde Tarragona a comparecer ante un público todavía escaso, pero bien predispuesto.

La voz ronca de Adrià va ganando presencia a medida que desgranan los tres primeros temas del repertorio, todos de su último trabajo: “Potser No hi ha final”, “La Puta Copa del Rei” y “Caiguda Lliure”. En tan sólo estos tres temas ya no hace frío en la sala y yo he decidido que me llevo a los Crim a casa. Es que tienen un algo, serán sus ritmos de batería contundente. Sus redobles para sudar. La melodía pegadiza de los sencillos punteos de Quim a la guitarra. Tienen un algo especial. Algo épico y melancólico que los hace diferentes.

Ya estamos metidos plenamente en faena, y los posteriores himnos que nos ofrecen, como “Benvingut Enemic”, me hacen ratificarme en mi decisión. Cuando vuelvo de adquirir mi segunda consumición ya cuesta moverse por la sala, y todavía sigue aumentando el aforo. No hay lugar para el drama ni para los fantasmas del pasado, seguimos con nuestras “Maneres da viura”, Maneras de vivir.

El mejor regalo que nos harían, a mi gusto, sería sin duda “l'Hibern Etern” uno de los platos fuertes de “Pare Nostre que esteu a l'infern”, y que cuesta mucho sacarse de la cabeza. Como detalle final, una cover del tema “Prince of the Rodeo” de Turbonegro, uno de los últimos temas con los que resistieron en el escenario durante un tiempo que se hizo breve y ameno.

"Queremos que toquen lo de siempre, no queremos cosas nuevas" escucho durante el descanso entre el público más veterano. 40 años de canciones de pub es “lo de siempre” y, pese a que son muchos años, The Toy Dolls salen en forma a dárnoslo una vez más. Tras hacerse de rogar, y ser recibidos con música cumpleañera, entran luciendo sus mejores galas rojas. Es su momento, y lo saben.

“Fiery Jack” es la elegida para abrir el repertorio. La sala entra en movimiento rápidamente con los primeros acordes, y encima del escenario, ellos también, aunque a su ritmo. Sin apenas parar a respirar, nos deleitan con sus barridos coreografiados y los giros de guitarra característicos con los que acompañan temas míticos, muy coreables, y muy coreados. Es una especie de viaje en el tiempo, pero sin moverse de 2020. Todavía veo a gente con cámaras de fotos digitales. Ya sólo me falta ver a alguien que saque un reloj de muñeca. Y que lo mire.

El espectáculo continúa imparable, y ante un público dispuesto a darlo todo, interpretan su tema más conocido, “Nellie de Elephant”, momento a partir del cual los pogos serían una constante hasta el final del concierto. Nos vemos obligados a guardar rápidamente la cerveza dentro de nuestros cuerpos para evitar que caiga al suelo. Las pantallas llenas de salpicaduras ya atestiguan el triste destino de otros vasos. Un medio strip-tease de Olga antes de sacar una botella a la altura de las circunstancias. Como decíamos, muchos años son 40, y merecen una gran eyaculación de cava y una versión punk de “Tocata y Fuga en D menor”, de J.S. Bach. Lo que todos esperábamos en un momento así.

Sin embargo, para mí, (y para el resto del público parece que también), el mejor momento llega de la mano de su tema más melancólico y mi preferido, “Alec’s gone”. Sus guitarras alegres y su insistente estribillo nos inundan con la nostalgia de unos tiempos en los que todo era más fácil. A partir de aquí, recuerdo el resto del concierto por los moratones del día siguiente. Los globos gigantes que llevan todo el concierto acechando en todo lo alto terminarían cayendo sobre nuestras cabezas durante “Glenda”. Estupendo tema para despedirse, que vino acompañado de una intro inspirada en “When The Saints” el clásico del gospel, y que pone el punto final a una noche que recordaremos como la noche en la que Crim y The Toy Dolls nos salvaron de la hipotermia.