Si cuando empezaba su carrera Quique González se inspirara en un poema homónimo de Luis García Montero para escribir “Aunque tú no lo sepas”, en esta ocasión ha sido este último el que, directamente, ha escrito letras de canciones para que las musicara el primero. Y así nació “Las palabras vividas”, una colección de canciones escritas con tinta verde que, entre otras muchas cosas, sirve para alimentar la melancolía.

Dado el carácter intimista de esta obra, su gira de presentación se está llevando a cabo en teatros o espacios cerrados de aforo mediano. Algo que, aunque en una primera impresión pudiera parecer poco adecuado que el público asista sentado a un concierto de rock, la atmósfera que se crea con la iluminación mínima imprescindible, la decoración minimalista de pajaritas de papel volando sobre el escenario y candiles junto a los músicos le sientan muy bien a las nuevas composiciones, tan alejadas de las de su anterior trabajo de estudio, para poder paladearlas relajadamente.

Para ponerlas en pie frente al público, Quique González ha dejado a un lado a Los Detectives y se hace acompañar por una banda sin nombre en la que incorpora instrumentos tan poco habituales en el mundo del rock como la zanfona.

“Bienvenida” –que Luis García Montero escribió para Nora, la hija pequeña de Quique González- sería la primera pieza que nos ofrecieran los seis músicos que salieron al escenario del Teatro Circo Price esa noche del 14 de enero de 2020 en Inverfest. Con “Canción con orquesta” y “El pasajero” cerrarían el primer bloque de canciones que interpretaran de este último álbum, del que solo dejarían sin tocar “Mi todavía” y “Canción del pistolero muerto”.

Durante el resto del concierto iría alternando canciones del disco que presentaba en Madrid con temas clásicos de su carrera y algún otro recuperado para esta ocasión. Todos, con nuevos arreglos para adaptarlos a los instrumentos y los parámetros musicales en los que se mueve  la gira actual.

No podían faltar “La fiesta de la luna llena”, en la que el público por primera vez empezaría a acompañar la música con palmas; “Te juro que estoy mejor” o “¿Qué más puedo pedirte?”.

La banda abandonaría el escenario para que Quique González interpretara de forma acústica “Seis cuerdas”, la breve canción que cierra el nuevo disco.

“La nave de los locos” marcó el momento en que el público empezó a aplaudir al compás de la música cuando esta se hizo más animada, lo que produjo que Quique González se girara para hacerle gestos de complicidad a los componentes de la banda; uno a uno: Toni Brunet, guitarrista y coproductor del disco; Edu Olmedo, baterista; Jacob Reguilón, bajista y contrabajista; Alejandro Climent, pianista, acordeonista y coproductor del disco; y Diego Galaz, multiinstrumentista.

También nos llevaría a las tardes de domingo, a sentirnos “like a rolling stone”, a recordar a todas las camareras que quisieron escuchar, al rock and roll llevado al techo… para, posteriormente, aflojar con el dolor llevado a la taberna, como explicó al presentar “Dallas-Menphis”.

Sigue siendo uno de los grandes poetas del rock en castellano sean suyos los versos, sean inspirados o regalados por otro. Y los músicos con los que se hace acompañar gozan tanto tocando como el público escuchando las canciones.

Acabando el concierto hubo un inciso poético y explicativo durante el que Luis García Montero subió al escenario y contó que se conocen desde hace veinticinco años. “Desde habitaciones separadas”. Y recitó su poema original, “Aunque tú no lo sepas”. Tras esto manifestó modestamente que espera “que las canciones que ha escrito para este disco estén a la altura de las letras de Quique González”. Y, sin más, volvió al patio de butacas para que la banda interpretara la canción inspirada por el poema anterior, no sin que antes Quique González se la dedicara a la memoria de Enrique Urquijo, quien fue el primero en cantarla. El público guardó un silencio reverencial mientras la tocaban.

Terminarían con “La casa de mis padres” e “Y los conserjes de noche”.

Ya habían conseguido llegar al momento álgido de estrecha conexión con el público esa noche, por lo que éste no dejó de batir palmas estruendosamente hasta que volvieron a salir al escenario para ofrecer “Clase media”.

Un pizzicato de violín anunciaría después que empezaba “Salitre”, coreada desde la primera estrofa mientras el público comenzaba a ponerse de pie y aplaudir siguiendo el ritmo de la música.

“Ahora tendré que salir a buscarme alguien que me arranque de cuajo la pena. De alguna manera tendré que olvidarte. Tengo que olvidarte de alguna manera”, corearon a pleno pulmón. En ese momento, todo el Teatro Circo Price ya estaba en pie, y así permaneció hasta el final.

Aquí dieron por finalizado el concierto pero, aunque la banda ya había saludado con intención de marcharse, ante la sonora insistencia del público decidirían tocar una canción más, que sería ”Vidas cruzadas”.

“Podéis seguir de pie”, les sugirió Quique González al ver que la mayoría hacía intención de sentarse. Y así, con el público de pie, coreando y palmeando entusiasmado esta canción, acabaría el concierto; como una gran fiesta.