Tras casi un año y medio sin volver por aquí, cómo se echaba de menos esto. Y Desegé regresa a las crónicas de la mejor manera, formando dream team una vez más con David Izquierdo, los llamados CBP (Crestas Bien Puestas). Mucho ha cambiado el mundo de la música en este año pandémico, pero lo que no ha variado apenas eran nuestras ganas de volver a los fosos, de quedarnos frente a un escenario, de situarnos entre grupo y público, captando todo lo que ocurre entre ambos bandos. Así que vamos al lío, de nuevo, con toda la actitud que nos caracteriza, y que esto no pare.

La última vez que yo asistí al Palencia Sonora fue en una de las ediciones que aún se celebró en el parque del Sotillo, con un formato de un único día, no tan cercano a lo que estamos ahora acostumbrados en otros festis indies como el Sonorama, que se reparten por días. Y eso es lo que fue haciendo el Palencia Sonora en sus últimas ediciones, acoger a más bandas para consolidarse cada vez más como un referente castellano de la música popular. La edición que nos ocupa este año, tuvo que celebrarse entre las consabidas medidas sanitarias, y cambiando los parques abiertos por los recintos cerrados, en este caso, en la plaza de toros palentina, situándose el escenario al fondo del coso, quedando rodeado por la mayoría de las gradas.

Por cuestiones personales, sólo pudimos cubrir los concis del sábado noche, quedando nuestra parrilla reducida a Baiuca y Fuel Fandango. He de reconocer que, como seguidor incondicional del dúo cordobés y lanzaroteño, el cabeza de cartel de ese día eran los que más me interesaban, por volver a ver todo ese desfile de energía y arte que desbordan en cada tema, pero me habían hablado muy bien de Baiuca, y mis sentidos estaban abiertos hacia su música, también fusión y mestizaje de estilos. Quedaba claro que esta noche de junio nos lo íbamos a pasar bien con toda esta mezcla musical.

Siendo bastante puntual con su cita con el público, alrededor de las 21:15 saltaba al escenario Alejandro Guillán, el gallego tras el cual se encuentra todo el peso del proyecto de Baiuca, un fuerte componente gallego en la escena nacional de la fusión electrónica. Con apenas tres años desde la formación de este sueño personal para él, ya van dos los fuertes pilares sobre los que se apoya, llamados Solpor (2018) y Embruxo (este mismo año). En cuanto dio comienzo su espectáculo, vimos el gran dominio que tiene sobre los platos y los faders, contando con un colaborador en una segunda mesa para darle mayor forma a su sonido.

De cuando en cuando, Alejandro sacaba una flauta para demostrar por qué su estilo es tan personal, añadiendo unos golpes de viento en directo a las bases que en ese momento estaban sonando. Todo el flow se deslizaba sobre el baile de luces e imágenes que se iban proyectando sobre un fondo negro al final del escenario, con ese eclecticismo y onírica que pretende darle a sus canciones. Fueron melodías pegadizas, energizadas y cargadas de ánimo, que fueron moviéndonos a todos de cara a lo que iba a empezar en apenas una hora, cuando ya hubiera caído la noche

Los preparativos comenzaron, y vimos a los técnicos preparar los instrumentos, y llenar el escenario de flores, entre los que destacaba un ramo de claveles, que bien intuíamos para qué se iba a usar. Cuando ya cayó del todo el sol, comenzaron a brillar fuerte otras luces, las que daban paso a este dúo referente de la música fusionada a nivel estatal. Nita y Alex salieron entre agradecimientos y aplausos, recordando lo duro que ha sido este camino tanto para los artistas como para los asistentes. Por su la cordobesa no se hiciera notar suficiente con su energía, su desparpajo, su fluidez, y sobre todo su voz, nos deslumbró a todos con un vestido amarillo, uno de los colores más vivos que hay, tal y como nos hace sentir ella en cada uno de sus tracks.

El flamenco y la electrónica empezaron sonando con “Contra la pared”, para transportarnos a su último trabajo, que data del año pasado, y así darse a conocer a los neófitos con lo más reciente que tienen bajo las tapas. Siguiendo en ese elepé, interpretaron “Por la vereda”, para a continuación, dar un pequeño salto atrás y llevarnos de vuelta al 2016 con “Not true”.

Tras una breve pausa para conectar de tú a tú con el público, continuaron con otros tres temas, entre los que destacó sin duda “New life”, el que es su tema más especial para mí, y el que me sirvió para descubrirlos, ocho años atrás. Sumando “Huracán de flores” y “Medina”, al público ya les habían despertado todos los músculos de las manos, de tanto aplaudir. Nita con su voz es capaz de llevarte a donde ella quiera, y ya sea con los registros más animados, o con una voz más cercana al gospel o incluso al funk, te deja siempre con los oídos ensimismados. De Alex se puede decir lo mismo, es un auténtico hombre orquesta, que siempre verás con una guitarra colgada del pecho, un micrófono frente a su garganta, y un teclado rozando sus dedos, dispuesto a moverse por cualquier pista.

Llegando a la mitad del directo, nos dieron quizás el que fuera el rato de mayor movimiento, con cuatro temas seguidos extraídos de Aurora y Origen, y con una pequeña pausa para volver a conectar y empatizar con el público, muchos de ellos ya grandes conocedores de las andanzas de esta pareja aventurera y trotamundos. Fue después de estos momentos cuando llegamos a uno de los temas que más nos erizaron el vello del concierto, y fue cuando Nita interpretó “La llorona”, desnudando su alma, despojando dolores y arrancando pétalos de ese ramo de claveles que vimos cómo preparaban antes de comenzar. Confirmo que esta mujer es capaz de cortarte la respiración, logrando que te metas dentro de su canción y que sientas cada palabra, cada nota. A uno ya le salían las palmas solas, cuánto arte en unas mismas tablas.

Después de ese momento de sobrecogimiento, se iba acercando el final del espectáculo, y qué mejor que dándolo todo, arrancando la energía de nuestros cuerpos con tres temazos del nivel de “Salvaje”, “Mi danza” y “Toda la vida”, este último muy popular gracias a que se utilizó en el spot de una de las temporadas de la serie La casa de papel, y que contribuyó a popularizar todavía más a Fuel Fandango. En la hora y cuarto que estuvieron captando toda nuestra atención, tuvieron tiempo suficiente para entregarnos tantos temas como dedos tienen tres manos juntas, y fue algo que disfrutamos mucho los seguidores de este dúo, aunque para un servidor, se quedaron fuera temazos como “Lost in the city”.

Así fue como se calmaron las voces, se silenciaron los micros, dejaron de pulsarse las teclas, y estas dos personas que tan bien me caen y que tanto respeto me despiertan se fueron despidiendo de los asistentes, dando por finalizada una noche con mucho más calor del que yo me esperaba. Mis ganas de volver a asistir a un directo de esta pareja nunca se apagaron, y ahora, más que nunca, quiero volver a tenerles igual de cerca.

Ni coche, ni moto, ni bici, ni siquiera caminando. El mejor medio de transporte para mí, siempre fue la música, porque te lleva a lugares que no puedes alcanzar por ningún otro camino. Recuerdos, sensaciones, descubrimientos y tradiciones, eso son Fuel Fandango.