El pasado nueve de septiembre, con una luna prácticamente llena como testigo de excepción, el Recinto Amurallado del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares (Madrid) acogió uno más de los muchos conciertos que están conformando la gira de Robe “Ahora es cuando” para el que se habían vendido algo más de siete mil entradas.

Minutos después de las 21:30, los primeros compases de “Del tiempo perdido” hicieron enmudecer durante un instante al público para, a continuación, estallar en aplausos cuando Robe tomó el centro del escenario. La espera se había hecho larga (el concierto se anunció a principios de verano) pero finalmente el público desplazado hasta la ciudad de Cervantes podía disfrutar de un espectáculo único, tanto por los increíbles músicos que lo ofrecían como por el gran trabajo del equipo técnico que se aseguró de que tanto el sonido como la iluminación estuviesen a la altura.

Tras unas breves palabras de presentación y alguna reflexión en voz alta por parte del de Plasencia, “Por encima del bien y del mal” y “Querré lo prohibido” supusieron la continuación de un primer bloque que estuvo compuesto por canciones extraídas de sus primeros trabajos con la nueva formación -no puede decirse “en solitario” pues sería obviar a los que, según el mismo Robe, son los mejores músicos que ha tenido- así como por tres piezas de Extremoduro que nunca faltan en sus conciertos: “Sucede”, “Tango suicida” y “Dulce introducción al caos”; que hacen que, por si acaso quedase alguien aún frío, la temperatura suba lo suficiente como para fundir al artista con su público.

Finalmente, su más reciente lanzamiento, “Ininteligible” pone fin al primer bloque seguido de un largo descanso que permita a los asistentes visitar las barras, los lavabos… o lo que sea necesario; pues cabe destacar que, si en los conciertos de otros músicos, la gente aprovecha los temas nuevos para este tipo de cosas, en los de Robe nadie se mueve del sitio y nadie distrae la atención del escenario mientras los músicos están tocando.

Tras este descanso, fue el momento de Mayéutica, sinfonía en cuatro movimientos introducida por un interludio de tres minutos y finalizada por una coda a la que su propio título define como “feliz”. Esta sinfonía, que vio la luz en 2021, supone el plato fuerte de los conciertos de esta gira y constituye un verdadero ejercicio de resistencia tanto para unos músicos que no dan descanso como para un público que no parece necesitarlo. Una obra que, si en disco ya resulta deliciosa, en directo resulta desgarradora. En definitiva, se trata de una experiencia casi inmersiva de cuarenta y cinco minutos de la que resulta imposible escapar y de la que nadie regresa ileso, emocionalmente hablando.

Llegó entonces el momento de una despedida que, lejos de ser amarga, rayó en lo épico cuando al derroche de violencia que supone “A fuego” siguieron el himno de varias generaciones “Salir” y la poesía de “Ama, ama, ama y ensancha el alma”; durante la que todos los presentes echaron el resto y que supuso el final perfecto para una noche perfecta.