Situémonos en una acera relativamente estrecha de Madrid, con apenas siete grados, con dos colas que se superponen, imposible saber cuál es la “tuya”, entre otras cosas porque ni sabes que hay dos, en un día en el que has dormido apenas cinco horas. A ver cómo explico que aún sumando a algo así un codazo en un ojo esto ha supuesto uno de los mejores planes del año.
Si estáis leyendo esto sabéis en qué calle estaba y para qué. La otra cola era de una fiesta privada que nada tenía que ver pero que estaba ahí. Pero a lo que quiero llegar es que no empezaba con la mejor de las energías, pero…
La sala Mon tuvo el detalle de abrir puertas como 20 minutos antes de lo establecido y eso fue algo muy de agradecer. No pudimos pasar a la zona de conciertos pero sí al recinto. La cosa empezaba a mejorar. Y pasadas las 20:00 se inició un camino de no retorno a la felicidad infinita.
Creeper salieron maquillados y conjuntados, no sé si a pasárselo bien, pero desde luego sí con todo lo necesario para que lo hiciéramos los demás.
Su tiempo era corto, su escenario limitado, pero Will Gould micro en mano, comandando al resto de sus compañeros, hizo que nada de eso importara.
Menos de diez canciones, de “Cry to Heaven” a “Annabelle” pasando por “Be my end” o “Down below” y una sala a sus pies. Canciones animadas, divertidas, con Will haciéndonos participes y transmitiendo su energía, no sólo él sino todos los componentes de Creeper, segundo a segundo.
Brazos en alto, de lado a lado, algún que otro salto y gargantas dándolo todo. El listón estaba por las nubes y sinceramente, dudé mucho que Atreyu pudiera siquiera acercarse. Un grupo más serio, con más años a sus espaldas. No sé yo... Y tanto que no sabía. |