“Tienes que ver a Sexy Zebras, las que lían”. Esta frase, o alguna muy parecida, me la han dicho, en muy poco tiempo, fácilmente media docena de personas. Y yo, pobre mortal, que en esos momentos conocía apenas dos canciones suyas, me animo, empiezo a escucharlos más y aprovecho, ya que tocan en mi ciudad.
Riviera a reventar, con el cartel de no hay entradas desde prácticamente el momento en el que salieron a la venta. De estas noches que sabes que la banda lo tiene que hacer muy muy mal para que no saliéramos contentos.
Sexy Zebras saltaron al escenario con el pie en el acelerador comenzando con “Bailaremos” y el público respondió. ¡Vaya si respondió! Cantando, bailando, saltando, gritando, con los brazos arriba, ropa volando… Incluso con un pequeño mosh pit. Y esto no fue el ímpetu inicial. Ya para la tercera, “Amanecer galáctico”, se formó un wall of death.
Sexy Cebras
No me malinterpretéis. Que el público se venga tan arriba me encanta, pero me sorprendió con música como la de Sexy Zebras, ya que estoy acostumbrado a verlo con bandas muchísimo más punks o metálicas. Pero es que de hecho el movimiento fue increíblemente mayor que en muchos de esos conciertos y eso dice mucho a favor de ambos.
Sexy Zebras supieron perfectamente intercalar piezas calmadas entre las aceleradas. Esto no sólo dio mucho dinamismo al show, sino que también consiguió que durante alguna canción empezara y terminara en la misma posición.
Pero todavía no había visto nada. La, casi locura máxima, se desató con “Jaleo”. Además esta sirvió para dar comienzo a las colaboraciones, en este caso con Álvaro de Luna. A partir de ahí, cada dos temas pudimos ver a alguien más con ellos.
Rubén Pozo se subió con ellos en “Nena”; Víctor Cabezuelo y Julia Martín-Maestro de Rufus T. Firefly en ‘El abismo’, tocada a dos baterías; y Jaime y Gonzalo de Karavana en “Puñales y claveles”.
Sexy Cebras
Ya dije antes que la casi locura máxima llegó en “Jaleo”, porque sin el casi explotó en la final “Tonterías”. Lo que se pudo ver ahí fue un público extasiado, con ganas de darlo todo todo el tiempo. Pero cuando parecía que ya todo terminaba, con Gabi Montes descolgándose el bajo y quitándose la petaca, sólo acababa de empezar. Con una ristra de plátanos se tiró al público para hacer crowdsurfing, y en el escenario aparecieron todos los invitados de la noche para cantarla juntos hasta que Gabi subió de nuevo para terminarla.
Ahora tocaba salir de allí, y el suelo de La Riviera parecía una zona de guerra. Aparte de la suciedad causada por más de 2000 personas, cerveza derramada a espuertas con todo lo que eso conlleva, pude ver partes de cinturones, correas de reloj e incluso una plantilla de unas playeras, o tenis, o deportivas o cómo las llaméis en vuestra región. Rock, sudor y seguramente algo de sangre, con una temperatura gélida afuera, con el recuerdo de una velada salvaje y que se tiene que volver a repetir.