El pasado 24 de julio, el recinto Marenostrum de Fuengirola se convirtió en una pista de baile a cielo abierto. Juan Luis Guerra y su icónica banda 4.40 ofrecieron un concierto que fue mucho más que música: fue una celebración compartida, un viaje emocional y sonoro que tocó fibras en varias generaciones de asistentes. La noche comenzó con algo de retraso: unos 30 minutos más tarde de lo previsto. Las causas fueron comprensibles, atascos en los accesos al recinto y esperar a que cayera un poco la luz de la noche para hacer más vistoso el espectáculo. En el aire se notaba la expectativa: familias completas, parejas, grupos de amigos y hasta niños pequeños esperaban con calma y emoción. |
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Pocos artistas logran generar esa conexión inmediata. Juan Luis Guerra, con su sonrisa cálida y su presencia serena, no tardó en envolver al público con los primeros acordes de su repertorio. Durante los primeros 40 minutos, el concierto fue una avalancha de clásicos, arrancando con “Rosalia”, La “travesía”, “la llave de mi corazón” o “Vale la pena”, algunos de hace ya algunos años y otros mas recientes, pero que igualmente forman ya parte de la vida de muchos fans. La calidad de sonido fue impecable, y la banda sonó brillante, algo a lo que ya nos tiene acostrumbrados. |
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Llega el momento de los 4.40, Juan Luis abandona el escenario durante varias canciones para dejar a la banda lucirse, y todo hay que decirlo, aprovechar para descansar y tomarse ya estas giras con más calma, que al final son 68 años. Los coristas interpretaron varios temas, manteniendo el ánimo del público muy arriba y demostrando que la banda 4.40 no es solo un acompañamiento, sino una parte esencial del universo sonoro de Guerra. Vuelve Juan Luis y se siguen encadenando éxitos: “Costo de la vida”, “Ojala llueva café”, “Las avispas” o la esperada “Bilirrubina”, para poner el broche final. La temperatura agradable de la noche acompañó, y el público —que rozaba el lleno absoluto— respondió con entusiasmo y calidez. Lo que más llamaba la atención era la mezcla de edades entre los asistentes: había jóvenes que probablemente descubrieron a Juan Luis Guerra a través de sus padres, adultos que han crecido con su música y mayores que llevan décadas bailando sus letras. En ese sentido, fue un concierto familiar, en el mejor sentido de la palabra: un espacio donde distintas generaciones se encontraron a través de canciones que forman parte del imaginario colectivo latino. |
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Y es que Juan Luis Guerra no solo canta: narra, conecta y evoca. Cada canción tiene una historia, un mensaje o una emoción que despierta algo en quienes la escuchan. Ya sea en sus letras más sociales, cristiananas o en las más románticas. Porque al final, más que un concierto, fue una experiencia emocional. Una de esas noches que no solo se recuerdan, sino que se sienten. Juan Luis Guerra volvió a demostrar que la música puede ser un puente entre generaciones, un alivio para el alma y una fiesta para el corazón. |
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