Creo que es justo reconocer desde el principio, que no soy un gran seguidor de la carrera de Enrique Bunbury en solitario. Sí de Héroes del Silencio, pero de él, aparte de canciones sueltas y un gran cariño a aquel disco de 2002, “Flamingos”, no conozco apenas más. Entonces, ¿qué hacía ahí? La música es más que lo a mí me gusta o no. Mucho más que lo que sigo o lo que conozco. Y Bunbury, independientemente de otras consideraciones personales, no lleva cerca de 40 años con tanto reconocimiento en ella por casualidad. El ambiente en el Palacio (y no esperéis que me refiera a él por otro nombre, yo ya paso) era muy bueno, excelente. Ya desde los alrededores, las camisetas de Bunbury se repetían. Y sí, esto es normal en prácticamente cualquier concierto, pero probablemente fue la vez que más lo vi. También eran numerosos los que imitaban sus looks, bastantes más que maquillados en un concierto de Kiss. Y dentro, por lo menos la zona en la que me sitúe, observé a personas que cubrían muchos rangos de edades, aunque sí, los nacidos a finales de los 70 y principios de los 80, se repetían más que ninguna otra. |
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Y a las 21:00, con un escenario lleno de telones rojos, y con una pantalla central dedicada a proyecciones, ahí estaba su numerosa banda, El Huracán Ambulante, interpretando “Otto e mezzo” de Nino Rota, y ya con Bunbury, “El club de los imposibles”, cantada a cerca de 16000 voces, porque esa fue una tónica que se repitió durante todo el show. No hubo pieza donde pudieras escuchar solamente a Bunbury, ni una. Sí, también típico, sí, sobre todo si canta en español, pero a ese nivel no lo había vivido nunca. Desde el primer momento me percaté del gran estado de forma en el que continúa, tanto a nivel físico como vocal. Sí, hubo algunas partes exigentes que fueron con el micro hacia el público, pero desde luego cumplió. Lo que sí me sorprendió fue la manera de dirigirse al público, sin un discurso armado, sin demostrar seguridad. Y es que en todas las ocasiones que lo hizo los “eeeeeeeeeh” estuvieron presentes, así como las frases no fluidas. Me pareció extremadamente llamativo para alguien que lleva tanto tiempo subido a las tablas. Sin música está perdido. |
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El éxtasis llegaba en cada pieza. Podría nombrar “Sí”, “Lady blue”, la inesperada “El aragonés errante” o “Apuesta por el rock ‘n’ roll”, la versión de Más Birras que ya interpretaba con Héroes del Silencio. Pero en realidad no hubo un solo momento que el público se viniera abajo, que no gritara cada una de las estrofas. Y así, tras dos horas, con la acertada “...Y al final”, se puso punto y final a la actuación. Sin duda fue una experiencia. Con sus pegas, sin duda alguna, por sus momentos hablando sin música. Con la anécdota del comienzo en falso de “Alaska”. Pero sí, una experiencia. Es un músico idolatrado. Tiene un séquito de fans que adoran todo lo que hace y eso en un directo suele ser muy bueno, como ocurrió aquella noche en Madrid. ¿Repetiré? |
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