Todo empezó en febrero de 2015: cinco seguidores del discordianismo decidieron unir fuerzas para formar una banda Ñunk –punk con “ñ”- y dar buena brea allá por Bilbao, ciudad en la que curtieron su sonido hasta transformarlo en un cuchillo de fuego ácido, surrealista y con mucho desorden que ofrecer al mundo. Suenan como si Pony Bravo y Rage Against The Machine fueran a ser papás y los californianos hubieran abortado a una especie de System of a Down en castellano a los nueve meses de embarazo, con letras paranoicas, frenéticas, agresivas y con un marcado tinte grunge.