Un sol espléndido nos recibía en Martiena, Abadiño, con el Amboto presidiendo el entorno y con la diosa Mari mirándonos de reojo, que para tener solo uno como se las gasta. Y es que, aunque un sol espléndido lucía por la mañana, no tardaría en convertirse en el mismísimo Mordor. Tras las pertinentes gestiones, entramos al recinto, el mismo que el año pasado, para lo bueno y para lo malo. [ crónica ]