La historia comienza un viernes bien entrada la tarde. Un atardecer frío y oscuro, como son los atardeceres de otoño en el extrarradio del viejo Madrid. Juan Abarca, el de Mamá Ladilla, venía a presentar su último libro a una librería de Vallecas. Una librería de barrio con un nombre muy musical -La esquina del zorro-, lo que añadía otro estímulo a un evento de aquellas características. Pues sí, además de leer algún fragmento del libro, el bueno de Juan cantaría; bueno en el sentido de majo, que el Abarca, además de músico competente, es un tipo salado y majete. Un tío con cierto aire de pillo, escondido tras unas gafas corrientes y cara de no haber roto más de dos platos en su vida.
Aquel día se registró una asistencia apreciable, a sabiendas de que Juan tocaba después en el Gruta y que, en el mundo en el que vivimos, lo de los libros tampoco pega, o mejor dicho, pega lo justo. Algo contó el autor hacia la mitad del evento, ya en la cercanía, sobre lo difícil que era para un músico, para un rockero a la sazón, presentarse en una editorial y contar aquello de que tenía un libro. ¿Un libro, melenas? Algo así tendrían que pensar los editores para explicar por qué, en su caso, hubo de tocar varias puertas hasta conseguir publicar su pequeña colección de relatos. Después vino otra canción, alguna pregunta y la despedida. Una presentación sobresaliente, para qué callarlo.
Lo que Juan ignoraba al abandonar la librería, y que casi seguro desconoce a día de hoy, es que de aquellas palabras y tras las reflexiones de bares postreras, nacería una editorial en el seno de aquella esquina. La del zorro, la librería, a ver si vamos a despistarnos. Se llamó, la editorial, Desacorde ediciones, y para subrayar su identidad apuntó, tanto en su web como en el vídeo promocional, que su razón de ser era la literatura firmada por músicos. Por músicos, sólo por músicos. Con dos cojones y un palo.
De aquella historia se van a cumplir cinco años. Un lustro dando guerra al calor de la música y la literatura, y sin otra aspiración que publicar lo que se dijo de aquella. A músicos y únicamente a músicos. Con dos buenos ovarios que sumar a esos cojones y a el palo. Por sus filas han pasado Luter, Miguel de Lucas -Dr. Sapo-, Enrique Villarreal -El Drogas-, Alfredo F. García -Alfa-, Ángel Petisme, Sor Kampana, Kutxi Romero, Evaristo Páramos, Luis Farnox, Josu Arteaga, Miren Lacalle, Txema Maraví, José Luis Rodríguez Morcuende, Rase Tapándari, Fortu Sánchez, Alfredo Domeño, Felipe Zapico y Cristina Narea. Por el momento, claro, que la historia nació con ánimo de dar guerra. De liarla a base de mala hostia, mucho esfuerzo y algún que otro palo de ciego. Así son las cosas cuando la música y la literatura importan lo que importan. Una mierda para muchos, una vida y una razón de ser para unos pocos inconscientes. Los de La esquina del zorro y los de Desacorde ediciones así lo entienden, porque son los mismos, porque no lo saben callar, porque se les nota y porque la una sería incomprensible sin la otra.
Para el que guste de convivir entre libros. Para el que guste de los encuentros culturales. Para el guste de leer lo que cuatro músicos chalados tienen que decir. Para el que quiera escuchar. Para el que atienda. Para el que hable. Los días de aquella historia aún perduran. Días de acordes y letras. Una batalla ganada. Un jodido lujo. Un gusto.