Cuando hace un año decidimos que cubriríamos el Festival Gigante de 2021 pensé que esta cita marcaría el final de mi exilio perimetrado en Alcalá de Henares. Pero la mayoría de las veces las cosas no resultan como uno se las imagina de antemano. Sobre todo porque tengo que terminar lo que empecé, como podrían decir 091.            

En principio, en la Huerta del Obispo, este evento se iba a celebrar con el público de pie, distribuido por sectores separados unos de otros por vallas, y cumpliendo todas las medidas sanitarias. Al final, debido al aumento de los contagios en Alcalá, los asistentes tuvieron que presenciarlo sentados. Por precaución. Seguimos en pandemia a pesar de que haya un considerable número de personas vacunadas.

Carmen Boza abriría la jornada. Sería la primera en hacer pública su satisfacción porque, de una u otra forma, se siguieran celebrando conciertos y ella pudiera estar sobre el escenario Gigante. Algo que desde el domingo 22, en el Parque de Sementales, habían venido expresando todos los grupos que estuvieron actuando allí, en el escenario Sideral. La pandemia ha perjudicado enormemente a todo el que su actividad está relacionada con los conciertos. Artistas, técnicos, equipos de organización… Sobre todo a los que la desarrollaban en pequeñas salas; para ellos, poder actuar o trabajar en un festival ha sido una inyección de vitaminas, un vendaval de aire fresco.

Por ese motivo, Carmen Boza dedicaría “Golpe de Suerte” al público que ya se encontraba desde primera hora dentro del recinto amurallado defendiendo y apoyando que se celebren acontecimientos como éste. Armada con su voz, su energía y una guitarra eléctrica, y únicamente acompañada por Estefanía Gómez al bajo y Dani Ballesteros a la batería, iría repasando las canciones de sus sencillos y alguna que otra de sus dos elepés.  Se despediría con “Octubre”, de la que manifestó que le había proporcionado muchos buenos momentos.     

El confinamiento también trastornó el desarrollo del proyecto de Pablo Sánchez Pardines por el que se puso fin a La Raíz. El referente queda claro en el nombre adoptado para esta nueva etapa: Ciudad Jara.

A esta ciudad virtual e intelectual, donde habita el recuerdo y la memoria sentimental e histórica, y el conocimiento que se nos ha sido transmitido paciente e incansablemente a lo largo de siglos, Pablo Sánchez viene poblándola y enriqueciéndola con sus homenajes, inquietudes, emociones, anhelos, deseos y esperanzas.

Al Festival Gigante acudió acompañado por la banda al completo, en una decidida apuesta por recuperar los conciertos de la manera más parecida posible a como eran antes de mediados de marzo de 2020. La base de su actuación sería “Donde nace el infarto”, premiado por el Instituto Valenciano de Cultura como el mejor disco de 2020 y avalado por el público en más de sesenta conciertos, llevados a cabo en unas circunstancias tan difíciles como las actuales. No faltaría, por supuesto, “La canción del pensador”, primer tema que se daría a conocer de Ciudad Jara. Ni “Bailé”, “Si perdemos, te pierdo”, “Siglos de golpes”, “Bastardos de la gravedad” y “En busca del fuego”. Y un homenaje a La Raíz con “El tren huracán”.

Quizá todos los que actuaron anteriormente sean demasiado jóvenes para ello, ya que serían Nunatak quienes hicieran el primer homenaje durante el Festival Gigante al recientemente desaparecido  Charlie Watts eligiendo “She´s a Rainbow”, de los Stones, como la canción que sonaría mientras salían al escenario para cerrar la noche. Los cartageneros también son un grupo de personas concienciadas y militantes. Eco-militantes en su caso. Su nombre ya es en sí otra declaración de principios e intenciones. “Soy viento, soy fuego”, su primer sencillo ya lo dejaba claro. En la gira de presentación su segundo disco, “Nunatak y el pulso infinito”, pondrían a la venta la Entrada Verde con un recargo de dos euros sobre el precio normal, destinados a restaurar y conservar el tan maltratado Mar Menor. De este expolio hablarían durante su actuación en el Festival Gigante, demostrando que la suya es una manera de entender la música bastante alejada de la que suele ser habitual.    

Para este concierto Alberto sustituiría a Nando al bajo, quien estaba más pendiente e interesado en su muy próxima paternidad. De cualquier forma, se notaba que los seis músicos disfrutaban enormemente con cada nueva nota, con cada nueva canción que ofrecían al público, quien aguantó hasta la una de la mañana escuchando “Todas las campanas”, “Sol y sal” (himno oficioso del Mar Menor), “Sin miedo”, “Solos”, “Aún respira”, “El grito” o “Viento del sur” (hermosa canción acústica).

Anteriormente habían pasado por el escenario Carolina Durante con sus necesarias gotas de mala hostia. Ya han dejado de ser la última gran sensación del panorama musical patrio para convertirse en un claro referente. Si bien el parón de estos últimos meses por la pandemia ha causado mucho daño en el mundo de la música en directo con la pérdida de conciertos ya contratados, en cuanto a la actividad compositiva parece que ha sido un estimulante para los artistas. Tal es el caso de Carolina Durante. Editaron un EP en 2020 y después han aprovechado para grabar su segundo álbum, aún inédito.

En el festival Gigante repasarían unas cuantas canciones de sus anteriores lanzamientos. Desde himnos generacionales como “Joder, no sé” y “No tan jóvenes” hasta la imprescindible “Cayetano” (con la que terminarían su actuación), pasando por “La noche de los muertos vivientes” o “Las canciones de Juanita”. Aunque también ofrecerían la mayoría de sus últimas composiciones, entre ellas “10”, la canción que han dedicado a Messi.

Su sonido fue crudo, sin concesiones; como el corte de pelo de Martín. No les falta de nada. Tienen actitud, talento de sobra y son guapos o wapean. Hasta interpretarían “La canción que creo que no te mereces” sin que se notara la ausencia de J, de Los Planetas. Han madurado y crecido musicalmente; y cada nuevo vídeoclip es un ejercicio de estilo: en ellos ya hay sexo, drogas y en el del último temarraco que han sacado en vídeo hasta es un plano-secuencia de poco más de dos minutos en el que acaban tirando a un secreta vociferante y prepotente a la piscina (¿rock and roll?). “Al lechero, al policía, al cartero, al kiosquero saludé…” Sí, pero hasta cierto punto. Dependiendo de cada caso particular, porque la convivencia tampoco consiste en tener que convertirse en torrezno.
                                                                                     
Suponemos que esta edición marcará el despegue de la carrera de Alcalá en el universo de las ciudades con festivales indies. Sin embargo, a estas alturas de año sigue sin haber noticias desde algún lugar de Galicia. Empieza a ser preocupante…