Cuando a finales de 2023 y coincidiendo con la presentación del disco “Se nos lleva el aire” Robe anunció las primeras fechas de la gira 2024 que recibe el nombre de “Ni santos ni inocentes” en alusión a la novela de Miguel Delibes, fuimos muchos los que, en previsión de lo que pudiera pasar, nos apresuramos a sacar entradas o a solicitar acreditaciones de prensa. Y menos mal que así lo hicimos; porque el señor Iniesta ha arrancado la gira llenando allá a donde va.
Tras el éxito en Valencia y Extremadura, Los Robe se plantaron ante alrededor de treinta mil personas en el auditorio Miguel Ríos de la localidad madrileña de Rivas – Vaciamadrid. Desde primera hora de la tarde, el ambiente era festivo y distendido. Las terrazas de los bares se llenaron pronto de fans deseando disfrutar de esos momentos pre-concierto que resultan del todo imprescindibles en un evento de esta magnitud y pronto resultó prácticamente imposible circular ni aparcar por la zona.
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De forma ordenada y fluida se fue produciendo el acceso a un recinto en el que se habían cuidado todos los detalles, presidido por un amplio escenario con un despliegue de medios técnicos y humanos a la altura de las circunstancias. Las primeras filas no tardaron en ocuparse, produciéndose también los primeros mareos consecuencia de la gran cantidad de gente y el calor imperante; siendo rápidamente atendidos por los sanitarios y por el equipo de seguridad de Robe, que facilitaba botellas de agua a todo aquél que la pidiera.
Con unos escasos minutos de retraso, el espectáculo se inició con los primeros acordes de “Destrozares”, tema final del álbum Destrozares, canciones para el final de los tiempos (2016). En ese momento pudo apreciarse la extraordinaria nitidez y contundencia del sonido, así como pudo empezar a intuirse la complejidad de una escenografía que supondría el cojín perfecto en el que apoyarse para unos músicos de primer nivel y muy largo recorrido que parecen disfrutar en todo momento de la actuación tanto o más que su público.
Las miles de personas que habían aguardado desde primera hora de la tarde para ver a Robe, Woody, Lorenzo, Carlitos, David, Álvaro y Alber tardaron apenas unos segundos en entrar en calor y ya desde el principio acompañaron a sus anfitriones en todas y cada una de las canciones, demostrando así traer los deberes hechos.
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Durante “Adiós cielo azul, llegó la tormenta” y “Contra todos”, la docena de privilegiados que tuvimos acceso al foso para realizar fotografías pudimos vernos envueltos en un clima de completa y absoluta complicidad entre artistas y público que elevaba la frecuencia cardiaca y que dificultaba enormemente contener una emoción imposible de describir.
El inicio de “Puntos suspensivos” indicaba el momento de abandonar el foso y dirigirse a la grada donde, sorprendentemente, el sonido era igual de bueno que desde abajo, hecho que pudimos comprobar con “La canción más triste”.
Aunque técnicamente no encaja en la narrativa del concierto, si me parece necesario y obligado reseñar que, para esta ocasión, se habían habilitado varias zonas de baños portátiles, descongestionando así significativamente los fijos y agilizando enormemente el trámite de ir y volver; de la misma forma que se habían instalado varias barras complementarias, de manera que ir a pedir algo no suponía una expedición de ésas en las que uno se despide de sus seres queridos pues no sabe si volverá a verlos.
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“Cuarto movimiento: La realidad” fue la primera de las piezas de Extremoduro que sonaron aquella noche; extraída de aquella deliciosa obra de arte que fue La ley innata, publicada en 2008 y que dio pie a lo que años más tarde sería Mayéutica, quizá el trabajo más complejo de la trayectoria del placentino.
Tras saborear lentamente “A la orilla del río”, cuarto corte del álbum Se nos lleva el aire, publicado en 2023; pudimos disfrutar de otras dos canciones de Extremoduro (Stand by y Si te vas) perfectamente adaptadas al carácter y el espíritu de la formación que ocupaba el escenario hasta el punto de que, quien no las conociera, podría pensar que corresponden a la trayectoria reciente de Robe.
“El hombre pájaro” y “El poder del arte ”, ambos pertenecientes al disco que estaba siendo presentado, supusieron el final de un primer bloque que daría inicio a un dilatado descanso para que cada uno hiciera “lo que tuviera que hacer, que éste es un país libre, pero sin que os vean.”
Pasados unos minutos, un poderoso solo de batería anunció el final del descanso y el inicio de “Haz que tiemble el suelo”, para continuar con "Poema sobrecogido" y "Cabezabajo" -ambos pertenecientes a Extremoduro- y seguidamente retrotraernos a Mayéutica con su segundo y cuarto movimiento, así como con una versión algo extendida de “Coda feliz”.
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“Viajando por el interior”, “Esto no está pasando” y “Nada que perder” fueron las tres últimas piezas en sonar correspondientes a Se nos lleva el aire, entre las cuales se intercaló una violenta y desenfadada interpretación del clásico “Salir” de Extremoduro.
¿Y qué mejor manera de despedirse, qué mejor manera de disputar el último asalto de una larga y encarnizada contienda en la que ya nadie piensa en los puntos que con el himno intergeneracional “Ama, ama, ama y ensancha el alma”? que hizo que algunas de las personas que ya estaban queriendo abandonar el recinto para evitar el atasco, dieran media vuelta para fundirse en una maraña que latía, sentía y cantaba al unísono, dejando en la pista o en la grada hasta la última porción de alma como si nada más importase.
En palabras de Julio César, los Robe vinieron, vieron y vencieron, añadiendo Madrid a su lista de plazas conquistadas y haciendo presagiar que esta gira será un completo éxito de crítica y público. Desde aquí, recomendamos insistentemente no perder la oportunidad de asistir a, al menos, una de sus citas.